tag:blogger.com,1999:blog-88327908656127340352024-02-19T03:10:36.968+01:00 Elmer RuddenskjrikBienvenidos. Si venís a vergalizar, que os drokken.Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.comBlogger7125tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-90544968907210443912018-12-17T21:24:00.002+01:002018-12-17T21:24:24.777+01:00Entrada de Historias Pulp - La garganta de acero por Mijaíl Bulgákov<div style="height: 0px;">
Pasen y vean, majaderos...</div>
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<strong>Siempre hay algo malo escondido en los hombres que huyen del vino, de las cartas, de las mujeres hermosas o de una buena conversación. Esos hombres o están gravemente enfermos, o tienen un odio secreto a los que les rodean. <em>(El maestro y Margarita) </em></strong>Mijaíl Bulgákov<br />Os traemos un relato corto de este enorme escritor ruso que obtuvo pocos reconocimientos en vida por la censura que, en aquellos años, se cernía en la URSS sobre todo aquel que no bailara al son de la culturilla seguidista oficial. </div>
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<img alt="" class="size-medium wp-image-3473 alignleft" height="300" src="https://historiaspulp.com/wp-content/uploads/250px-Bułhakow-225x300.jpg" width="225" /></div>
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Esperamos que sintáis en este relato lo que el médico novel, solo y sin más ayuda que sus pobres y teóricos conocimientos, siente en sus propias carnes. Un relato tremendo, emocionante, realista, conmovedor y sincero, un prosa fresca y limpia, un autor, en definitiva que todo el mundo debe leer alguna vez en su vida.<br />Sin más preámbulos...<br /><div style="text-align: center;">
<iframe width="320" height="266" class="YOUTUBE-iframe-video" data-thumbnail-src="https://i.ytimg.com/vi/ivVehP09iLE/0.jpg" src="https://www.youtube.com/embed/ivVehP09iLE?feature=player_embedded" frameborder="0" allowfullscreen></iframe></div>
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La garganta de acero</h2>
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Así pues, me quedé solo. Me rodeaban las tinieblas del mes de noviembre mezcladas con torbellinos de nieve que había cubierto la casa; la chimenea aullaba. Yo había pasado los veinticuatro años de mi vida en una gran ciudad y pensaba que las tormentas aúllan solamente en las novelas. Pero resultó que también en la realidad aúllan las tormentas. Aquí las veladas son extraordinariamente largas; la lámpara, bajo su pantalla verde, se reflejaba en la ventana negra y yo soñaba despierto, mientras miraba la mancha que brillaba a mi izquierda. Soñaba con la ciudad del distrito, que se encontraba a cuarenta verstas de distancia. Tenía grandes deseos de escaparme de mi hospital para ir allá. Allí había electricidad, cuatro médicos a quienes podía consultar, y en todo caso no era tan terrible. Pero no había posibilidad alguna de escapar y, por momentos, yo mismo comprendía que aquello no era más que cobardía. Después de todo, justamente para eso había estudiado en la facultad de medicina…<br />“…¿Y si trajeran a una mujer con complicaciones de parto? ¿O, supongamos, a un enfermo con hernia estrangulada? ¿Qué haría yo en ese caso? Aconséjenme, por favor. Hace cuarenta y ocho días que terminé la facultad con sobresaliente, pero el sobresaliente es una cosa y la hernia otra. En una ocasión vi cómo un profesor realizaba una operación de hernia estrangulada. Él operaba y yo estaba sentado en el anfiteatro. Eso fue todo…”<br />Cada vez que pensaba en la hernia, un escalofrío me recorría la columna vertebral. Cada noche, después de tomar el té, me sentaba en una misma postura: bajo mi brazo izquierdo, estaban todos los manuales de cirugía obstétrica, y encima de ellos, el pequeño Doderlein. A la derecha, unos diez tomos diversos de cirugía práctica, ilustrados. Yo me lamentaba, fumaba, tomaba un té negro y frío…<br />Me quedé dormido; recuerdo perfectamente esa noche, la del 29 de noviembre. Me despertó un estruendo en la puerta. Cinco minutos más tarde, mientras me ponía los pantalones, no lograba apartar mis ojos implorantes de los divinos libros de cirugía práctica. Oí el crujir de los patines de un trineo en el patio: mis oídos se habían vuelto extremadamente sensibles. Resultó, quizá, algo peor aún que una hernia o que la posición transversal de un bebé: al hospital de Nikólskoie, a las once de la noche, trajeron a una niña. La enfermera dijo con voz sorda:<br />-Es una niña débil, se está muriendo… Doctor, venga al hospital…<br />Recuerdo que atravesé el patio y me dirigí hacia la lámpara de petróleo que estaba junto a la entrada del hospital y, como hechizado, no conseguía apartar la vista de la luz parpadeante. La recepción ya estaba iluminada y toda la plantilla de ayudantes me esperaba con las batas puestas. Eran: el enfermero Demián Lukich, un hombre todavía joven pero muy eficiente, y dos experimentadas comadronas, Ana Nikoláievna y Pelagueia Ivánovna. Yo no era más que un médico de veinticuatro años que se había graduado dos meses atrás y que había sido designado para dirigir el hospital de Nikólskoie.<br />El enfermero abrió solemnemente la puerta y apareció la madre. Entró apresuradamente, patinando sobre sus botas de fieltro; la nieve aún no se había derretido en su pañuelo. Llevaba en sus brazos un envoltorio que acompasadamente emitía silbidos y respiraba produciendo un sonido sordo. El rostro de la madre, que lloraba en silencio, estaba demudado. Cuando la mujer se quitó la pelliza y el pañuelo y abrió el envoltorio, vi a una niña de unos tres años. La observé y por un momento me olvidé de la cirugía, la soledad, el inútil bagaje universitario; me olvidé definitivamente de todo a causa de la belleza de la niña. ¿Con qué se podía comparar? Solo en las cajas de bombones dibujan niños así, con rizos naturales en el cabello, formando grandes bucles del color del trigo maduro. Los ojos azules, enormes; las mejillas como las de una muñeca. Así dibujaban a los ángeles. Pero una extraña turbación anidaba en el fondo de sus ojos y comprendí que era miedo: la niña se asfixiaba. “Morirá dentro de una hora”, pensé con absoluta convicción, y mi corazón se contrajo dolorosamente…<br />Cada vez que la niña respiraba, en su garganta se formaban pequeños hoyuelos, las venas se hinchaban y el rostro pasaba de un tono rosado a uno ligeramente liláceo. De inmediato comprendí y valoré ese cambio de color. Enseguida me di cuenta de lo que se trataba; mi primer diagnóstico fue exacto y, lo más importante, coincidió con el de las comadronas, que tenían mucha experiencia: “La niña tiene garrotillo diftérico, la garganta ya está cubierta de falsas membranas y pronto se cerrará completamente…”<br />-¿Cuántos días lleva enferma la niña? -pregunté en medio del atento silencio de mi personal.<br />-Es el quinto día, el quinto -dijo la madre, y me miró profundamente con sus ojos secos.<br />-Garrotillo diftérico -dije entre dientes al enfermero, y a la madre le dije-: ¿En qué estabas pensando? ¿Eh? ¿En qué estabas pensando?<br />En ese momento se oyó detrás de mí una voz llorona:<br />-¡El quinto, padrecito, el quinto!<br />Me volví y vi a la abuela de cara redonda, con la cabeza cubierta por un pañuelo. “Sería magnífico que estas abuelas no existieran en el mundo”, pensé con un lóbrego presentimiento del peligro, y dije:<br />-Tú, abuela, cállate; estorbas.<br />A la madre le repetí:<br />-¿En qué pensabas? ¡El quinto día! ¿Eh?<br />De pronto la madre, con un movimiento de autómata, entregó la niña a la abuela y se arrodilló delante de mí.<br />-Dale unas gotas a la niña -dijo, y golpeó el suelo con la frente-, me ahorcaré si se muere.<br />-Levántate inmediatamente -le contesté-, de lo contrario no hablaré contigo.<br />La madre se levantó rápidamente, recibió a la niña que le entregaba la abuela y comenzó a mecerla en sus brazos. La abuela se puso a rezar en dirección a la puerta, mientras la niña continuaba respirando con un silbido de serpiente. El enfermero dijo:<br />-Siempre hacen lo mismo. El pueblo -y al decir esto sus bigotes se torcieron hacia un costado.<br />-¿Quiere decir que la niña morirá? -preguntó la madre mirándome con negra furia, o al menos así lo percibí yo entonces…<br />-Morirá -dije en voz baja y con firmeza.<br />La abuela inmediatamente cogió el borde de su falda y comenzó a secarse con él los ojos. La madre me suplicó con voz abatida:<br />-¡Dale algo, ayúdala! ¡Dale unas gotas!<br />Ya veía con claridad lo que me esperaba. Me mantuve firme.<br />-¿Qué gotas le voy a dar? Aconséjame tú. La niña se está asfixiando, la garganta se ha cerrado. Durante cinco días seguidos has descuidado a tu hija a quince verstas de donde yo estoy. Ahora, ¿qué quieres que haga?<br />-Tú lo sabrás mejor, padrecito -comenzó a lloriquear la abuela en mi hombro izquierdo, con voz afectada. ¡Cómo la odié en ese momento!<br />-¡Cállate! -le dije. Me dirigí al enfermero y le ordené que cogiera a la niña. La madre entregó la niña a la comadrona. La niña comenzó a agitarse y quería, por lo visto, gritar, pero la voz ya no salía de su garganta. La madre quiso defenderla, pero la apartamos; entonces pude examinar, a la luz de la lámpara de petróleo, la garganta de la niña. Nunca hasta entonces me había enfrentado con la difteria, salvo en algunos casos leves que había aliviado rápidamente. En la garganta había algo que bullía, algo blanco, desgarrado. La niña de pronto espiró y me escupió en la cara, pero yo, ocupado como estaba por mis pensamientos, no me preocupé por mis ojos.<br />-Mira -dije, sorprendiéndome por mi tranquilidad-, el asunto es el siguiente. Ya es demasiado tarde. La niña se está muriendo. Solo hay una cosa que podría ayudarla: una operación.<br />Yo mismo me horroricé. ¿Para qué lo habría dicho? Pero no podía dejar de decirlo. “¿Y si aceptan?”, pasó fugazmente por mi cabeza.<br />-¿Cómo una operación? -preguntó la madre.<br />-Es necesario hacerle un corte en la parte inferior de la garganta e introducir un tubito de plata, para dar a la niña la posibilidad de respirar; así quizá podamos salvarla -le expliqué.<br />La madre me miró como a un loco y protegió a la niña con sus brazos mientras la abuela se ponía a refunfuñar de nuevo:<br />-¡No! ¡No dejes que la operen! ¡No! ¡¿Cortarle la garganta?!<br />-¡Lárgate, abuela! -le dije con odio-. ¡Inyéctele alcanfor! -ordené al enfermero.<br />La madre no quiso entregar a la niña cuando vio la jeringuilla, pero le explicamos que la inyección no era nada terrible.<br />-¿Quizá eso la ayudará? -preguntó la madre.<br />-No, no la ayudará en absoluto.<br />Entonces la madre se echó a llorar.<br />-Basta -le dije. Saqué mi reloj y añadí-: Les doy cinco minutos para pensarlo. Si no están de acuerdo dentro de cinco minutos, yo ya no haré nada.<br />-¡No estoy de acuerdo! -dijo tajantemente la madre.<br />-¡No damos nuestro consentimiento! -añadió la abuela.<br />-Bueno, como quieran -añadí con voz sorda, y pensé: “¡Bien, esto es todo! Mejor para mí. Yo lo he dicho, lo he propuesto; los ojos asombrados de las comadronas son testigos. Ellas no han aceptado y yo estoy salvado.” No acababa de pensarlo cuando una voz ajena salió de mi interior:<br />-¿Se han vuelto locas? ¿Cómo que no están de acuerdo? Matarán a la niña. Acepten. ¿No les da lástima?<br />-¡No! -gritó nuevamente la madre.<br />En mi interior pensaba: “¿Qué estoy haciendo? Voy a degollar a la niña.” Pero decía otra cosa.<br />-¡Pronto, pronto, acepten! ¡Acepten! Ya se le están poniendo azules las uñas.<br />-¡No! ¡No!<br />-Está bien, acompáñenlas a la sala; que se queden allí.<br />Las llevaron por el corredor casi a oscuras. Yo oía el llanto de las mujeres y el silbido de la niña. El enfermero regresó enseguida y dijo:<br />-¡Aceptan!<br />En mi interior todo se petrificó, pero dije con claridad:<br />-¡Esterilicen de inmediato el bisturí, las tijeras, las grapas, la sonda!<br />Un minuto más tarde, atravesaba a toda velocidad el patio donde la tormenta de nieve, como un demonio, volaba y chocaba contra las casas. Entré corriendo en mi gabinete y, contando los minutos, cogí un libro, lo hojeé y encontré una ilustración que representaba una traqueotomía. En ella todo era sencillo y claro: la garganta estaba abierta y el bisturí clavado en la tráquea. Me puse a leer el texto, pero no comprendía nada, las palabras parecían brincar ante mis ojos. Jamás había visto cómo se hace una traqueotomía. “¡Eh!, ahora ya es tarde”, pensé, y miré con melancolía la luz azulada y la ilustración del libro; sentí que había caído sobre mí un asunto terrible y difícil y regresé al hospital sin percatarme de la tormenta.<br />En la recepción, una sombra con falda redonda se pegó a mí y una voz comenzó a lloriquear:<br />-Padrecito, ¿qué es eso de que vas a cortarle la garganta a la niña? ¿Acaso se puede pensar siquiera en algo así? Ella es una tonta, por eso ha aceptado. Pero yo no te doy mi consentimiento, no. Estoy de acuerdo en que le recetes unas gotas, pero no permitiré que le cortes la garganta.<br />-¡Saquen de aquí a esta mujer! -grité, y en mi acaloramiento añadí-: ¡La tonta eres tú! ¡Tú! ¡Ella no, ella es inteligente! ¡Además, a ti nadie te ha preguntado nada! ¡Sáquenla de aquí!<br />La comadrona abrazó firmemente a la abuela y la empujó fuera de la sala.<br />-¡Listo! -dijo de pronto el enfermero.<br />Entramos en la pequeña sala de operaciones y yo, como a través de una cortina, observé los brillantes instrumentos, la cegadora luz de la lámpara, el hule… Salí por última vez a donde estaba la madre, de cuyos brazos apenas lograron arrancar a la niña. Oí una voz ronca que decía: “Mi marido no está. Está en la ciudad. ¡Cuando regrese y se entere de lo que he hecho, me matará!”<br />-La matará -repitió la abuela, mirándome horrorizada.<br />-¡No las dejen entrar en la sala de operaciones! -ordené.<br />Nos quedamos solos en el quirófano. El personal, Lidka (la niña) y yo. La niña estaba desnuda. La habían sentado sobre la mesa. Lloraba en silencio.<br />Luego la acostaron, la sujetaron, le limpiaron la garganta y la untaron con yodo. Yo tomé con decisión el bisturí, pero pensaba: “¿Qué estoy haciendo?” Había un profundo silencio en la sala de operaciones. Tomé el bisturí e hice una línea vertical por la regordeta garganta blanca. No salió ni una gota de sangre. Por segunda vez pasé el bisturí por la franja blanca que había aparecido en la piel, que se había separado. Ni una gota nuevamente. Despacio, intentando recordar ciertos dibujos de los atlas, comencé con ayuda de una sonda roma a separar los delgados tejidos. Entonces, de la parte inferior del corte brotó una sangre oscura que inundó de inmediato la herida y comenzó a correr por el cuello. El enfermero la secaba con tampones, pero la sangre no dejaba de correr. Recordando todo lo que había visto en la universidad, comencé a apretar con pinzas los bordes de la herida, pero no obtuve ningún resultado. Sentí frío y mi frente se humedeció. Me arrepentí profundamente de haber ingresado en la facultad de medicina, de haber aceptado venir a este remoto lugar. Con furiosa desesperación metí una pinza al azar en alguna parte próxima a la herida, la cerré y la sangre inmediatamente dejó de correr. Absorbimos la sangre de la herida con bolas de gasa y solo entonces la herida se me presentó limpia, pero completamente incomprensible. La tráquea no estaba en ninguna parte. Mi herida no tenía nada que ver con ninguna de las ilustraciones de los libros. Pasaron todavía dos o tres minutos durante los cuales, de un modo mecánico y totalmente incoherente, estuve hurgando en la herida, unas veces con el bisturí y otras con la sonda, en busca de la tráquea. Al final del segundo minuto comencé a desesperarme. “Es el fin -pensé-, ¿para qué habré hecho esto? Podía no haber propuesto la operación y Lidka habría muerto tranquilamente en su habitación, mientras que ahora morirá con la garganta desgarrada y nunca, jamás, podré demostrar que de todas formas habría muerto, que yo no podía perjudicarla…” La comadrona secó en silencio mi frente. “Dejar el bisturí y decir: no sé qué hacer ahora”, pensé, e inmediatamente me imaginé los ojos de la madre. De nuevo levanté el bisturí y, sin sentido alguno, corté profunda y bruscamente a Lidka. Los tejidos se separaron e inesperadamente apareció ante mis ojos la tráquea.<br />-¡Los ganchos! -dije con voz ronca.<br />El enfermero me los dio. Introduje un gancho en un lado de la herida y el segundo en el otro y le di uno de ellos al enfermero. En ese momento solo veía una cosa: los anillos grisáceos de la tráquea. Hundí el afilado bisturí en la tráquea y me quedé inmóvil. La tráquea comenzó a salirse de la herida: el enfermero, pensé, se ha vuelto loco, ha comenzado a extraer la tráquea. Las dos comadronas gritaron detrás de mí. Levanté los ojos y comprendí lo que ocurría: el enfermero se estaba desmayando por el calor y, sin soltar el gancho, rompía la tráquea. “Todo está en mi contra, es el destino -pensé-, ahora sí que hemos degollado a Lidka. -Y me dije-: En cuanto llegue a casa me pegaré un tiro…” En ese instante, la comadrona principal, que por lo visto tenía mucha experiencia, se lanzó de un modo rapaz hacia el enfermero y cogió el gancho que este sostenía; luego me dijo con los dientes apretados:<br />-Continúe, doctor…<br />El enfermero cayó ruidosamente, dándose un golpe, pero nosotros no lo miramos siquiera. Introduje el bisturí en la tráquea y luego metí en ella un tubito de plata. El tubo entró con facilidad, pero Lidka permaneció inmóvil. El aire no había entrado en su garganta, como debiera haber ocurrido. Respiré profundamente y me detuve: no tenía nada más que hacer. Solo quería pedirle perdón a alguien, arrepentirme de mi ligereza, de haber ingresado en la facultad de medicina. Reinaba el silencio. Yo veía cómo Lidka se ponía cada vez más azulada. Quería abandonarlo todo y echarme a llorar. De pronto Lidka se estremeció de un modo extraño, arrojó como una fuente los sucios coágulos a través del tubo y el aire, con un silbido, entró en su garganta. La niña respiró y comenzó a llorar fuertemente. En ese instante el enfermero se levantó, pálido y sudoroso, miró alelado y horrorizado la garganta abierta y se puso a ayudarme a coserla.<br />A pesar del cansancio y del velo del sudor que me cubría los ojos, vi los rostros felices de las comadronas. Una de ellas me dijo:<br />-Ha realizado brillantemente la operación, doctor.<br />Pensé que se estaba burlando de mí y la miré con aire sombrío de reojo. Luego se abrieron las puertas y penetró el aire fresco. Sacaron a Lidka envuelta en una sábana. De inmediato, en la puerta, se presentó la madre. Sus ojos parecían los de una fiera salvaje. Me preguntó:<br />-¿Y bien?<br />Cuando oí el tono de su voz el sudor me recorrió la espalda, y solo entonces me di cuenta de lo que habría ocurrido si Lidka hubiera muerto en la mesa de operaciones. Pero le contesté con una voz muy serena:<br />-Tranquila. Vive y seguirá viva. Eso espero. Solo que mientras no le saquemos el tubito no podrá pronunciar ni una palabra, así que no se asusten.<br />Entonces la abuela salió de debajo de la tierra y se santiguó en dirección al pomo de la puerta, hacia mí, hacia el techo. Pero yo ya no me enfadaba con ella. Me volví y ordené que le inyectaran alcanfor a Lidka y que por turnos hicieran guardia junto a ella. Luego me fui a mi apartamento. Recuerdo que la luz azulada ardía en mi gabinete. Allí estaba el Doderlein, había libros esparcidos. Me acerqué al diván, me acosté vestido e inmediatamente dejé de ver cualquier cosa. Me quedé dormido y ni siquiera soñé.<br />Pasó un mes, otro. Yo había visto ya muchas cosas y algunas más terribles que la garganta de Lidka. Incluso la había olvidado. Estábamos rodeados de nieve y la consulta crecía de día en día. En una ocasión, ya al año siguiente, entró en mi consultorio una mujer llevando de la mano a una niña exageradamente abrigada. Los ojos de la mujer brillaban. La miré con atención y la reconocí.<br />-¡Ah, Lidka! ¿Cómo está la niña?<br />-Bien.<br />Dejamos al descubierto la garganta de Lidka. La niña se resistía, tenía miedo. Por fin logré levantarle el mentón y examinarla. En su cuello rosado había una cicatriz vertical de color marrón y dos cicatrices transversales delgadas, las de las costuras.<br />-Todo está en orden -dije-, pueden dejar de venir.<br />-Se lo agradezco doctor, muchas gracias -dijo la madre, y ordenó a Lidka-: ¡Dale las gracias al señor!<br />Pero Lidka no tenía deseos de decirme nada.<br />No volví a verla nunca más. Comencé a olvidarla. Mi consulta seguía creciendo. Y llegó el día en que recibí a ciento diez personas. Habíamos comenzado a las nueve de la mañana y terminamos a las ocho de la noche. Yo, tambaleándome, me quité la bata. La comadrona principal me dijo:<br />-Tal cantidad de pacientes debe agradecérsela a la traqueotomía. ¿Sabe lo que dicen en las aldeas? Que a Lidka, en lugar de su garganta, usted le puso una de acero y se la cosió. Viajan especialmente a la aldea donde vive la niña para verla. Ya tiene usted fama, doctor, lo felicito.<br />-¿De modo que creen que vive con la garganta de acero? -pregunté.<br />-Sí, eso creen. Usted, doctor, es excelente. ¡Es un encanto ver la sangre fría con que opera!<br />-Sí… Yo, sabe usted, jamás me pongo nervioso -dije sin saber por qué, pero era tanto mi cansancio que ni siquiera pude avergonzarme, simplemente volví la vista hacia otro lado. Me despedí y me dirigí a mi apartamento. Caía una nieve gruesa que lo cubría todo; el farol ardía y mi casa estaba solitaria, tranquila y grave. Y yo, en el camino, solo deseaba una cosa: dormir.<br /></div>
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FIN</div>
Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-72003727833931107432017-05-03T18:30:00.000+02:002017-05-03T18:31:12.692+02:00DELIRIOPasen y vean, majaderos...<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHqi78Yty5rBkuJcr4-uwCurJFTcSu14erHTvhB0ZFWrDmnlnXxEZI9LJxhmj2bKiCZnS1FUmfRo0eenwMLlrTfjuHg-TIrx5RYkxoL7qEuzM4RNvz2fTbg2wvXnvW3ticEKCBjwUsgPl7/s1600/portada+delirio2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHqi78Yty5rBkuJcr4-uwCurJFTcSu14erHTvhB0ZFWrDmnlnXxEZI9LJxhmj2bKiCZnS1FUmfRo0eenwMLlrTfjuHg-TIrx5RYkxoL7qEuzM4RNvz2fTbg2wvXnvW3ticEKCBjwUsgPl7/s320/portada+delirio2.jpg" width="232" /></a></div>
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Este relato fue en su día el segundo que ideé, aunque lo dejé en estado de hibernación durante años hasta que, cuando empecé a tomarme en serio lo de crear historias, decidí terminarlo. Al revisarlo, no hice apenas cambios, corregí alguna errata, eso es todo. Es decir, los tres primeros capítulos, escritos alrededor del 2001, están tal cual los ideé entonces.</div>
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Y... no se me ocurre nada más que decir. Así que... a disfrutarlo.</div>
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<div class="WordSection1">
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<i>Dedicado
a la madre que me parió<o:p></o:p></i></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
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<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<i>Y
ahora, que comience la función...<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<b><u>Delirio<o:p></o:p></u></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<b>I<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<b>Revelación</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 15.0pt; margin-bottom: 4.25pt; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: 418.9pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 15.0pt; margin-bottom: 4.25pt; mso-pagination: widow-orphan; tab-stops: 418.9pt;">
Porque yo siempre he sido una buena persona,
¿sabe? le dije entre sollozos. Pero no pude soportarlo, ¿entiende?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
El hombre, el
cobrador del frac, estaba sentado en una vieja silla de madera. Le había atado
las piernas a las patas de la silla y las manos a los desvencijados
reposabrazos de madera. No estaba amordazado, podía gritar, pero estábamos en
el almacén de mi panadería; le puse allí tras dejarle inconsciente y cerrar la
puerta colgando el cartelito de "cerrado".<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Tenía la llave
inglesa, nueva y plateada, ensangrentada, en mi mano derecha. La misma que le
dejó inconsciente. La que le saltó varios dientes con cinco golpes. El pobre
hombre (no podía dejar de sentir lástima por él) tenía el rostro salpicado de
sangre que le salía de la boca y la nariz, y miraba el instrumento en mi mano
con frenéticos ojos desorbitados.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Pog favog sus
lágrimas se mezclaban con la sangre. El efecto era bonito. No me haga mag
daño. Déjeme ig. No volvegue, ge lo pjometo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Su voz
resultaba desesperada, patética. Eso activó algo en mí. Le sacudí un golpe más,
a la altura de la barbilla, pero el tipo intentó cubrirse bajando la cabeza y
la llave le alcanzó en la sien. Un aullido de dolor, un grito terrible. Eso me
aplacó. Yo no era capaz de recrearme en el sufrimiento de los demás. Sus gritos
me partían el alma, pero no soportaba que, en situaciones como esta, las
personas se vendieran a la angustia y la desesperación.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<span lang="EN-GB">Jeñog godguiguez , pog favog , pog
favog , pog favog...<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¡Cállese! le
grité. Estaba enfadado conmigo mismo, o con todo el mundo, en ese momento no lo
tenía muy claro; tampoco importaba. Me va a escuchar. Me escuchará y puede que
le deje marchar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Ejtá bien,
ejtá bien... pero seguía llorando. Estaba asustado y muy sorprendido. Yo
también lloraba. Era un gimoteo tranquilo en contraste con el suyo, y era
evidente que eso lo asustaba aun más.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Yo no le
hubiera hecho daño, pero cuando se despertó atado al silla y me miró, viéndome
sentado en el suelo, con la espalda contra la pared, la llave inglesa en una
mano y un bollo preñado a medio comer en la otra, se acojonó y empezó a gritar
como un poseso. Le golpeé para que se tranquilizara. Yo solo quería que me
escuchara... Él sería testigo de la revelación que me sobrevino en los últimos
días. El tipo, en cambio, tenía otras preocupaciones: quería salir de allí a
toda costa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
El desgraciado
llegó a mi panadería, poco antes de mi hora habitual de cerrar. Dijo de parte
de quién venía, y le dejé inconsciente mientras se volvía levemente para abrir
su maletín.<o:p></o:p></div>
</div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "times new roman" , "serif"; font-size: 12.0pt;"><br clear="all" style="mso-break-type: section-break; page-break-before: always;" />
</span>
</div>
<div class="WordSection2">
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Vino de fuera,
del mundo que yo despreciaba. Yo no tenía amigos, ya no se podía decir que
tuviera padres, tampoco esposa, ni hijos; el resto de mis familiares eran
dignos de fusilar, gente despreciable. Sabía cómo era la gente, por lo que no
trataba con nadie excepto los propios clientes. Por eso, cuando vi al tipejo en
cuestión, que se dedicaba a algo tan indigno como presionar a las personas para
que paguen a otras, me dije: "éste es un buen ejemplar, éste merece tanto
como muchos otros oír esto."<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>II<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>Estigmas</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Como le venía diciendo, yo
siempre he respetado a todo el mundo hablaba muy rápido, de manera nerviosa.
Yo no recibía el mismo trato. Mi aspecto débil, frágil, y mi carácter tímido y
nervioso hacían que todo el mundo, sobre todo de adolescente, se metiera con mi
forma de pensar, mis gustos, mi manera de vestir e incluso de moverme... Cuando
dejé la escuela pensé: "vaya, ahora me espera el mundo de los adultos. No
más frustraciones. No más humillaciones. Por fin seré tratado como un
igual". Eso era lo único que quería, me sigue, ¿no?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Pero no me
seguía. Era evidente que no escuchaba. Podía hacerme una idea de lo que pensaba
en este momento: "¿por qué a mí? ¿por qué yo?" Me daba asco; ese era
el tipo de persona capaz de mirarme por encima del hombro. Se creía superior a
la gente como yo. "Un pringado que ha abierto una panadería sin obtener
éxito alguno. Y ahora, tras gastarse el dinero que pidió prestado al cabrón forrado
de su padre, éste nos llama a nosotros para que se lo devuelva de inmediato.
Este hombre es un infeliz."<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Pero yo era
feliz. Mi panadería funcionaba y a mí me gustaba el trabajo. No estaba holgado
de fondos, así que decidí retrasarme un poco en la devolución. Pero mi padre no
podía dejar de recordarme cómo había rechazado el negocio familiar y el
consiguiente sentimiento de recriminación que acompañaba cualquier trato que
con él tuviera. Esto en realidad no me importaba. Sabía de hacía tiempo que era
un caso perdido de asqueroso materialista. Seguí con mi discurso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Como habrá
imaginado, no ocurrió lo que creía. Notaba cómo la gente me miraba con
extrañeza y desprecio en los comercios cuando voy de compras, cuando salgo solo
a tomar algo o al cine... La gente se ríe de mi porque limpio el portal de mi
edificio, como cualquiera de mis vecinas, o me miran de manera recriminatoria
si me digno a hablar en la calle con los gitanos del barrio. Yo no veo razones
para que la humanidad haga distinciones entre personas por su dinero o las
costumbres.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
"Sin
embargo hay más cosas, muchas más, tan pequeñas, pero tan numerosas, que me
hacen la vida imposible. Me da miedo salir a la calle y sentir todo ese
desprecio de las personas, no sólo hacia a mí, también entre ellos o hacia sí
mismos: creen que tienen derecho a pensar cómo debería ser uno porque gastan
ropa de marca o porque se creen personas dignas, o al menos más que otras, ya
sea por dinero o convicciones políticas. Tiene esta gente la abstracta idea,
además de insidiosa, de que se debe vivir de consumo y propiedad. A todo lo
demás que le den por culo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
El delirante
sermón había salido de mí como una rápida y desestructurada verborrea. El tipo
sólo me miraba con fugaces miradas, algo más intensas cuando me acercaba a él
de improviso durante los ademanes de mi monólogo, temiendo que me liara a palos
con él.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Bien. A raíz
de este conjunto de ansiedades y decepciones soportadas a lo largo de la vida
me he planteado el suicidio. Pero he encontrado una satisfactoria alternativa.
Le daré a la gente una pequeña lección. Mañana viernes a las seis de la tarde,
entraré en el centro comercial del centro de la ciudad con un FN T-BOLT, un
rifle fabricado en Bélgica de cinco tiros, cortesía de un buen cliente, que
cree que iré de caza este fin de semana. Una vez allí emprenderé la
aniquilación de todo ser humano que se me cruce. <o:p></o:p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>III<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>Redención<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Muy bien. Ahora le dejaré
marchar. Tiene la oportunidad de redimirse, de hacer algo realmente bueno por
alguien, de una manera que no volverá a estar a su alcance. Tengo muy claro que
lo que voy a hacer mañana está muy mal. No le culparé si le cuenta a todo el
mundo lo que ocurrirá mañana. Adelante, puede irse.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Mientras le
hablaba le había ido desatando. Una vez libre, sacó un pañuelo de algodón, se
lo puso en la cara y se fue. Confiaba, lógicamente, en que le contara todo esto
a alguien; me detendrían y no haría daño ninguno. Una pequeña parte de mí no
quería matar a nadie pero, si nada lo impedía, ocurriría.<o:p></o:p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>IV<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>Juicio Final</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Me levanté a la mañana siguiente
muy nervioso, me vestí para ir a atender la panadería y antes de salir revisé
el equipamiento para "lo de la tarde".<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Tenía preparado
el T-BOLT que pedí prestado cargado hasta la recámara: cinco balas, listo para
disparar. Pensaba vestir, además, un cinturón de municiones con otros
veintiocho proyectiles. Lo que no le dije al pobre cobrador del frac era que
llevaría colgada a la espalda una bella katana, marca MARU-TO, parte de mi
colección de fetiches japoneses, que había afilado cuidadosamente. Si alguien
pensaba detenerme tendría que matarme, no me detendría por falta de munición.
La carnicería continuaría hasta sus últimas consecuencias.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
La mañana pasó
rápidamente, y fue bastante productiva. Aquella tarde no abriría, y
probablemente nunca más lo haría. La tarde anterior, tras lo del triste
cobrador del frac, esperaba que llegara la policía con órdenes de detenerme o
algo. Me parecía increíble que aquel hombre no le hubiera dicho nada a nadie;
alguien le tenía que preguntar por los golpes de la cara. El hecho de no estar
ya en una celda me daba sensación de surrealismo, hasta el punto de hacerme
preguntar si lo del día anterior había ocurrido realmente, si de verdad me
había atrevido a hacerlo. A la cabeza me venía sin querer la imagen del tipejo
huyendo a toda prisa de la ciudad, una viñeta cómica en la que se le vería
corriendo, con grandes volutas de humo saliendo de sus pies borrosos y sin
mirar atrás. Estaba convencido de que eso había ocurrido, y me cabreaba tanto
que no hacía sino reafirmarme con feroz seguridad en mi propósito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Las cinco y
media. A las seis o seis y cuarto ya estaría en el centro comercial. Llevaba el
rifle y la espada en una enorme bolsa de viaje. La gente me miraba como si
supiera lo que iba a hacer, pero era consciente de que no era así, sino que era
una sensación paranoica arraigada en el origen de mi locura.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Era consciente
de que estaba loco, nadie hace cosas como estas por sentirse un poco mal
respecto al mundo. Podía ser que mi visión del mundo y de mi vida no fuera más
que una pesimista y distorsionada percepción síntoma de alguna disfunción
cerebral. Seguramente esto era así, pero, con el convencimiento y arrojo de un
loco, caminaba veloz por las calles del barrio marginal que separaba mi propio
barrio del centro comercial.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Las seis menos
cuarto y vi a un grupito de chavales hacia el que caminaba. Eran todos blancos,
lo cual ya era raro en ese barrio. Más de cerca me dí cuenta de que todos
llevaban las cabezas rapadas. Seguramente planeaban alguna putadilla para los
gitanos que por allí vivían, pero al pasar al lado de ellos, uno, el más
grande, se separó y avanzó hasta alcanzarme.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Oye, tío, no
tendrás cinco euros... me escupió con voz grave y cascada, bloqueándome el
paso. Sus compañeros rompieron a reír a carcajadas al oírle decir esto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
No, no tengo
dije con aguda y temblorosa vocecita producida por la tensión, que él debió
confundir con miedo, porque puso su mano sobre mi pecho, impidiéndome seguir mi
camino, y dijo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Sí, sí tienes.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Te digo que no
tengo repliqué con impaciencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Si tienes o te
los saco a hostias respondió sonriendo con cara de hijoputa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Eché mano al
bolsillo; el chaval dio un paso atrás para que yo pudiera sacar "su"
dinero, dando a entender que se acababa toda amenaza, creo. Sentí el frío
metal, lo agarré fuerte, con una rabia que nunca me había atrevido a
manifestar, imperceptible al ojo humano pero siempre ardiendo, y tiré de él
dejando ver el resto. El cabeza rapada tuvo tiempo de poner, durante un
momento, cara de circunstancia y le alcancé en la boca con mi últimamente tan
solicitada llave inglesa. Él hizo un ruido que me pareció más bien el graznido
de una urraca mientras caía a plomo de costado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Sus amigos
echaron a correr en distintas direcciones. Miré alrededor de manera automática
para asegurarme de que estábamos realmente solos, aunque en realidad me daba
igual. El chico empezó a arrastrarse en un vano intento de huir mientras gemía
algo ininteligible. Yo me acerqué a él y le sacudí varios golpes en la cabeza a
la vez que le soltaba<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¿Quieres cinco
euros, los quieres?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
con los dientes
apretados, silbando las palabras, escupiendo saliva de forma involuntaria
debido a la brutal descarga de furia, hasta que oí un chasquido húmedo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Entonces paré,
recuperé la visión y miré con asombro primero, luego aterrada fascinación, el
cráneo destrozado, del que se veía emerger algo que no reconocí y, supuse, era
parte del cerebro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
No me regodeé
en su muerte más de lo que lo hubiera hecho si hubiera sido cualquier otra
persona, a pesar de mi profundo desprecio por las ideas fascistas; yo siempre
había considerado a los jóvenes como aquél unas personas que querían
"formar parte de algo", encontrar amigos de forma desesperada por ser
ellos poco sociables o que simplemente se unían por aburrimiento. Con esto
pretendo explicar que, ya en caso de haberse tratado de un policía nacional o
de una ancianita desvalida, podría haber hecho lo mismo, en ese momento me era
igual, y así sería en adelante.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Lo había hecho.
Había llegado al centro comercial. Como había previsto, estaba lleno a esa
hora. La gente se empujaba entre sí para entrar. Un lugar de ocio, de
entretenimiento, se supone que es aquello. Pero todo el mundo, ya entrara o
saliera, se mostraba aburrido, triste, incluso contrariado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Dejé la bolsa
de viaje en el suelo y saqué de ella el rifle; me lo colgué al hombro derecho,
no sin antes hacer lo propio con mi espada y el cinturón de municiones. La
gente me miraba con una levísima curiosidad en algún caso y con inerte
indiferencia la mayoría. Me sentía como un guerrero de la carretera de un
futuro apocalíptico rodeado de zombis balbuceantes e inofensivos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Treinta metros
me separaban de la entrada, nadie me detuvo mientras me acercaba decididamente,
nadie pareció preguntarse qué iba a hacer, ninguna de esas languidecentes
criaturas parecía alarmarse al verme, tan armado como iba, entrar en su centro
comercial; refugio de horas muertas, de consumismo atroz industrializado,
seriado y debidamente publicitado; uno de tantos lugares adonde la gente va a simular
vivir, y que, ante su misma apatía, o gracias más bien a ella, se convertiría
en mausoleo de no pequeño número de defenestrados.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Seguí caminando
entre la masa de ruidosa futilidad hasta llegar a la plaza central, con su
larga escalera y los acristalados tubos de sus dos ascensores. Al detenerme
allí, pensé durante un momento que no podría hacerlo. La gente pasaba rozándome
con sus hombros y sus espaldas, su calor y aliento me asfixiaba, pero eso mismo
me hacía sentir parte de ellos como nunca. Quizá me engañaba, yo también era
así, todos somos así, sería injusto emprenderla con personas que ni me conocían
ni sabían de mis desgraciadas reflexiones... En esto pensaba, mirando absorto
uno de los ascensores en su lento descender, cuando ocurrió.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Un hombre gordo,
alto, de larga melena suelta, vestido con camisa de leñador arremangada, chocó
conmigo casi tirándome al suelo. Debía haber sido sin querer, sin duda, pero
eso lo desencadenó todo. Desenvainé de un solo movimiento mi katana, avancé los
pocos pasos que se había alejado el tipo, y le golpeé entre el cuello y el
hombro derecho. El tipo chilló con voz aguda y ahogada, un sonido confuso que
fue ensordecido por el estruendo de la gente al gritar horrorizada, aunque a mi
me sonó como la ovación del público de un circo romano, a la vez asqueado y
maravillado por la matanza.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
El exaltado
asombro de mis espectadores me dio fuerzas para sacar la hoja de mi espada, que
se había hundido pero bien en la carne del gordo, de un fuerte tirón,
desparramando la sangre por el suelo. La espalda del gordo estaba abierta hasta
la altura de medio pulmón, y por allí salía de todo; parte me salpicó la cara y
el resto a los demás mientras el moribundo giraba alocadamente sobre sí mismo
para acabar perdiendo el equilibrio y caer de forma aparatosa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Curiosamente,
pude observar, tras limpiarme la sangre de los ojos, que nadie se fijaba en mí,
el hombre de la espada ensangrentada, y ni siquiera estaban emprendiendo una
huida alocada unos sobre otros matándose mutuamente, como cabía esperar. Qué
va. Lo que vi me pareció aún más delirante. Algunos chillaban, otros gritaban a
pleno pulmón, otros intentaban decir algo imposible de oír, niños y madres
lloraban, personas pálidas como cadáveres dejaban muertas sus mandíbulas,
incapaces de articular palabra... Todos tenían una cosa en común: miraban al
gordo debatirse entre dolor y miedo; contemplaban sus devaneos en el suelo,
donde dibujaba filigranas con sus propios fluidos; presenciaban su lento
escurrir hacia el oscuro desfiladero de la muerte, hacia donde resbalaba, sin
poder evitarlo, con más bien poca dignidad, y, sí, cada uno reaccionaba a su
manera, pero ninguno hacía nada por ayudarle. Nadie llamaba a una ambulancia;
no se acercaba al rotundo semi-cadáver algún alma virtuosa que quisiera curarlo
o siquiera consolarlo en sus últimos momentos. No me parecía real lo que veía;
yo, el artífice, sentía repulsa como pocas veces pueda alguien sentir, y mi ira
creció al ver como todos se recreaban en lo que había hecho, como si lo
estuvieran viendo por la tele.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Yo quedé en un
plano apartado, tras la masa curiosa que se arremolinaba sobre el pobre gordo,
a punto de liarme a espadazos con las espaldas que se me ofrecían, cuando una
mano sobre mi hombro acompañó a un recio<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Apártense,
déjenme ver qué ocurre, joder de uno de los guardias del centro comercial.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Observé, de
manera instintiva, su arma, un calibre treinta y ocho en su pistolera, pero con
la mano derecha sobre ella, lista para desenfundar. Me apartó suavemente para
poder pasar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¿Acaso nadie
veía que tenía una espada ensangrentada en la mano? Castigué su descuido con un
golpe igual al del gordo, un tajo vertical, de arriba a abajo. Esta vez, un
brazo derecho cayó al suelo entre un montón de pies. El guardia sangraba como
una fuente a presión por su hombro, salpicando a varias personas. No gritó, se
detuvo en seco mirando su brazo, pisoteado por aquellos que intentaban
apartarse de su lado entre nuevos chillidos de horror, y luego pareció caer
desmayado, o muerto, no sabría decirlo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Por fin parecía
que se fijaban en mí, aunque fuera a fuerza de insistir. Todos me miraban
espantados echándose de espaldas sobre los que tenían detrás. ¡Qué rostros, qué
esperpentos, qué caricaturas de las mismas caras que pretendían aparentar
control y seguridad en uno mismo pocos momentos antes! Noté cómo afloraba una
pequeña sonrisa en mis labios. No recuerdo la última vez que sonreí, de manera
sincera quiero decir, salvo esa, cuando vi caer derrotada toda hipocresía del
carácter humano para mostrar, por primera vez en mucho tiempo, algo real,
auténtico, que no cabía pensar que fuera falso. Esas personas, que de nada
conocía, no me mentían, su miedo era verdadero. ¡Un sentimiento verdadero! Casi
no cabía en mí de alegría, podría haber llorado, si hubiera tenido tiempo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Pero no,
enfundé tranquilamente mi espada; la gente gritaba y empujaba. Me descolgué el
rifle del hombro, ellos saltaban unos sobre otros, se golpeaban, tiraban de
todo lo que pudieran agarrar de quien tuvieran cerca, se usaban unos a otros
como escudo. No había prisa, se movían mucho, pero no iban a ninguna parte,
casi parecían estar vitoreándome, sacudiéndose a mi alrededor como posesos.
Quité el seguro del arma y apunté con calma a uno cualquiera, un hombre joven
con gafas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Un seco
petardazo, todo el mundo pareció callarse a la vez durante milisegundos, toda
la masa de carne se sacudió en secos movimientos de sobresalto. Los sesos de mi
objetivo tuvieron un agujerito nuevo para su ventilación. Sus gafas,
atravesadas por mi bala, cayeron al suelo mientras su antiguo dueño era
zarandeado unos instantes de un lado a otro por manos temblorosas, hasta que
alguien lo empujó hacia delante, aplastando su cuerpo lo que quedaba de los
cristales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>V<o:p></o:p></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
<b>Juicio Final 2</b><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Un cierto murmullo lloroso se
había ido originando mientras el gafitas muerto era zarandeado por sus
excongéneres inmediatamente después de la detonación de mi disparo, y creció
súbitamente, como si una tormenta que relampaguease en el horizonte se
teletransportara de golpe sobre mí. Aquel griterío me contagió su miedo por un
momento, debido quizá a esa irracional empatía que se esparce como la pólvora
sobre los individuos cercanos a un grupo enervado, y me vi incapaz de continuar
presa de ese terror insustancial y sugestionado. Pero no, esa sobrecogedora
sensación desapareció al segundo, pero, ¡qué emoción! Ser testigo y partícipe
de ese miedo era una vivencia como nunca había tenido; ¡nunca tan vivo me había
encontrado!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Demasiadas
emociones, demasiado intensas y demasiado diferentes, sobre todo demasiado
consecutivas. Debía centrarme y seguir con lo mío. Disfrutar, sí, pero no
paralizarme de maravilla. Disparé el resto del cargador, los cuatro tiros que
me quedaban, a uno y otro lado, a lo loco, cuidando tan solo de que las heridas
fueran mortales. Tiros a la cabeza pretendían ser, pero sólo dos dieron en el
blanco, los demás se hundieron entre el gentío vaya uno a saber dónde.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
La gente no
paraba de moverse intentando pasar sobre los demás, con cada disparo todos
habían gritado al unísono, me parecía hasta cómico. Pero mi arma no estaba
haciendo el verdadero daño. Se estaban matando ellos solos para salir de allí.
Demasiada gente había venido al centro comercial; no tanto como para estorbarse
al pasear, pero otra cosa era verles correr por sus vidas. Varias personas
estaban tiradas en el suelo y eran pisoteadas sin escrúpulo alguno por sus
conciudadanos. Alguna madre, vapuleada a golpes, tirones y empujones, gritaba
desesperada mientras su niño era coceado de pies a cabeza, totalmente fuera del
alcance de sus manos convertidas en tirantes garras impotentes. Cualquier otro
no lo hubiera soportado, observar toda aquella violenta debacle, pero yo había
llegado al límite. No era sorpresa para mi verles matarse para sobrevivir. No
me estaban decepcionando en mi decepción, nadie socorría a nadie, un
"sálvese quien pueda" en el más extremo sentido de la frase. Incluso
dos de los guardias del centro podía distinguir luchando entre la multitud,
¡pero para salir, no a venir hacerme frente!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
"Perros
cobardes", estaba pensando yo mientras metía otras cuatro balas en el
cargador, "tenéis todos lo que merecéis". Mi furia era más intensa
que nunca. Estaba a punto de introducir el cargador en el rifle, cuando algo
como una mordedura en mi hombro izquierdo acompañó a un petardazo seco que se
impuso al griterío. El cargador se me cayó al suelo, patinando hasta tres
metros de mi. Lo seguí con la mirada hasta que se detuvo y, alzando poco más la
vista, pude verlo al fin.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
De la misma
dirección hacia donde se me había caído el cargador, de la misma desde la que
me había disparado, vi al guardia del centro,quizá el único que no huía,
abriéndose paso a golpes entre la gente para llegar hasta mí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Su arma
humeante, dirigida hacia mí, no paraba de zarandearse entre hombros y cabezas,
era un milagro casi el que me hubiera alcanzado. El tipo no parecía ni llegar a
los treinta años, pero a pesar o quizá
debido a ello, se entreveía en su mirada su determinación a detenerme. No había
miedo en aquellos ojos hinchados y enrojecidos, sino ira, una casi tan intensa
como la mía, que sin embargo él intentaba controlar, como no era mi caso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¡Suelte el
arma, no se mueva! le oía apenas gritar mientras avanzaba a trompicones hacia
el claro que cerraban a mi alrededor las ululantes almas que eran mi presa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Por fin alguien
estaba reaccionando de verdad como una persona, alguien intentaba hacer algo
para solucionar el problema y salvar a los demás. Por fin se enfrentaban a mi.
Me sentía como el protagonista de un western sosteniendo aquella mirada colérica,
mientras mi oportunidad de enfrentarme a la muerte yacía a tres metros en el
suelo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¡Tire el arma
o disparo! gritaba cuando ya estaba apunto de entrar en mi territorio, de
traspasar la marea de gente que le encerraría conmigo, mientras su calibre 38 no
dejaba de apuntarme. Aproveché sus últimos forcejeos para tirarme en plancha
sobre el cargador, ignorando el ardiente metal que ensordecía mis nervios con
un dolor romo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
¡No cabrón, no
lo hagas! masculló.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Disparó dos
veces sin poder dejar de luchar con la masa de carne que lo atenazaba. Erró
ambos tiros; por poco, he de concederle. Alcancé el cargador, lo cogí con mi
temblorosa mano izquierda, que lo introdujo con increíble eficiencia en el
rifle, y disparé mientras él me respondía a su vez, libre al fin.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Su tiro certero
me alcanzó en la espalda, poco por encima de la cintura, lo cual no era
extraño, con todo el blanco que yo ofrecía estirado en el suelo. Mi disparo, a
su vez, impactó en medio de su cuello. El pobre tipo, un auténtico héroe en los
tiempos que corren, se quedó con cara de estupefacción mientras daba un par de
pasos algo vacilantes. El agujero de su cuello burbujeaba con sangre oscura.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Disparó una vez
más, un nuevo blanco fallido, que levantó trocitos de baldosa junto a mi cara
en el suelo. Finalmente cayó hacia delante, su cabeza a medio metro de la mía;
sus manos lánguidas dejaron resbalar su arma hacia mí con su propia inercia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
No sabía dónde
exactamente me había dado su disparo, sólo sentía la sangre caliente empapando
mi camisa. No sabía si me había dado en algún órgano, pero era lo de menos. El
caso era que podía levantarme. Me dolía mucho más el hombro, pero eso no me
impidió estirar el brazo izquierdo y hacerme con mi nuevo 38. Acto seguido me
puse en pie más o menos fácilmente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Alguien había
hecho saltar la alarma de incendios, y mientras yo me recomponía, toda la gente
hacinada en el extremo del centro dedicado al hipermercado, que no sabía aún
qué ocurría exactamente, trataba de salir a toda prisa hacia las puertas
principales, que estaban en mi dirección. Los muy estúpidos tenían a su
alrededor puertas de salida de emergencias cada pocos metros, pero, en vez de
usarlas, la masa de gente que se alejaba de mí chocaba violentamente contra la
que intentaba salir del hipermercado, que no sabía de que huía.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Yo no hacía más
que observar como se aplastaba una corriente contra otra, como dos equipos
opuestos en un juego sin objetivo. Se formaba una bola de carne y ropa dentro
de la que la gente lloraba, gritaba, sangraba y reventaba, hombres, mujeres y
niños por igual. Todos tan unidos en su dolor y desesperación, como no podían
estarlo más sus cuerpos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Con las alarmas
sonando, sabiendo que enseguida llegarían bomberos, policías o algo, recuperé
unas cuantas balas del cadáver del héroe que me brindó su arma. No perdí
ocasión de disparar contra los que seguían las vías correctas de escape, o
contra los que se debatían sin rumbo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Cogía el rifle
diligentemente con ambas manos, pero según me sumía en mi vorágine de tiroteo,
opté por pasarme la cinta por el hombro, y disparar con una sola mano desde la
cadera, mientras mi diestra esparcía muerte con el revolver. Mi puntería se
resentía disparando a dos manos, pero la diversión era doble. Los aullidos del
gentío que se retorcía a mi espalda eran
como el rugido de la bestia del apocalipsis, para la cual yo abría camino.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Ya notaba la
sangre empapando mis pantalones, y aunque no me sentía desfallecer, sí que
quizá estuviera entrando en un estado de ensoñación vívida. Me sentía febril y
poderoso, como nunca antes. La carnicería desatada me embriagaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Decidí soltar
mis armas de fuego y, empuñando tan sólo la espada, me sumergí en el infierno
de carne humana que era ahora mi mascota. El olor del sudor, del aliento, y el
sabor de la sangre de aquellas personas me hacía sentirme al fin en comunión
con ellas, lo que quizá siempre había querido, pero a la vez reavivaba mi
rabia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Me fui
hundiendo, abriéndome camino a espadazos, hasta que era parte indivisible del
minimundo de cabezas aullantes y miembros retorcidos y truncados. Empezaba a
perder mis fuerzas debido a mis heridas sangrantes. El calor y el sofoco me
atenazaron. Ya apenas podía moverme. Oía gritos inhumanos desde todas partes a
mi alrededor. Garras se agitaban o me atenazaban la carne de piernas y brazos.
Sentía crujidos de huesos aplastados. Se olía y se veía el brillo de la sangre
que inundaba el suelo liso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
Presa de la
claustrofobia y la asfixia, empecé a no poder hacer más que abandonarme en
aquella marea de carne frenética, ahogarme al fin en el cauce de cuerpos que se
habían convertido en mi infierno.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-indent: 15.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="tab-stops: 418.9pt; text-align: center; text-indent: 15.0pt;">
Fin</div>
</div>
Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-43743792717897141252017-04-30T11:25:00.000+02:002017-04-30T11:25:13.491+02:00LA HISTORIAPasen y vean, majaderos...<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYjIwJNDWXJbMmVhOzmfW1ZhD1UEp2DOXaZSJVGud2l2g1Wcqft3SZH0LIcFuSPZpd4Hbl1zgj3vTnQxUnCZqlDPXhlnw8ju_TlFnYXiLTV8gIptcjs5_K-stBp4zHADHzw3Mz32d4o2Gr/s1600/portada+la+historia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYjIwJNDWXJbMmVhOzmfW1ZhD1UEp2DOXaZSJVGud2l2g1Wcqft3SZH0LIcFuSPZpd4Hbl1zgj3vTnQxUnCZqlDPXhlnw8ju_TlFnYXiLTV8gIptcjs5_K-stBp4zHADHzw3Mz32d4o2Gr/s320/portada+la+historia.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
La historia de "LA HISTORIA" es bien sencilla. Hacía más o menos seis meses (seguro que me equivoco) que había visto 3 veces en cines Mad Max: Fury Road, y por entonces, para colmo, mis hermanas me habían regalado el videojuego de Mad Max, una obra que se ambienta en el universo establecido en aquella última película pero que además engloba elementos de toda la saga con ingenio y sutileza, al tiempo que se muestra suficientemente original, tal y como hizo la peli.<br />
La película se ha convertido en una de mis favoritas de toda la vida; a veces, mientras la vuelvo a ver, hasta estoy convencido de que es la mejor película que he visto y veré nunca. El juego no es innovador, pero es uno de los mejores de la nueva generación de consolas y de los que más he disfrutado al estilo de mundo abierto (junto a Sombras De Mordor).<br />
En fin, el caso es que, como ya sugiere su portada, este relato es mi propio homenaje a una saga de acción que creció conmigo, y que sigue haciéndolo (y para mejor, quién lo diría).<br />
<br />
Y ahora... que comience la función.<br />
<br />
<br />
<div align="CENTER" style="margin-bottom: 0cm;">
LA HISTORIA</div>
<div align="CENTER" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="CENTER" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
El forastero llegó con unos aires
bastante altaneros, caminando con un contoneo más propio de una
bailarina exótica (de las que aún abundaban en lejanos parajes),
pisando con un pie justo delante del otro, haciendo sonar con ímpetu
las duras suelas de sus oscuras y pesadas botas de estilo vaquero,
con oxidadas puntas metálicas y demasiado altos tacones. Con su gris
gabardina sacudiéndose como las alas de un cuervo hambriento, al son
de las oleadas del polvo del desierto que parecían amenazar sus
andares vacilantes, despreocupados. Con los brazos muertos, como si
no le sirvieran, y el rostro y el cabello envueltos en una suerte de
enorme trapo o alguna sábana amarillenta, apenas una ranura para sus
confundidos ojos. Así se le fue viendo venir desde hacía rato,
desde más allá de la acuosa ilusión del calor sobre el agrietado
asfalto que le traía hasta el asentamiento.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
Algunos lugareños
se quedaban unos pocos minutos mirando la difusa silueta que tenía
que languidecer de calor bajo el sol del larguísimo mediodía;
murmuraban y señalaban, discutían breve y apaciblemente entre
ellos, y luego volvían a sus quehaceres, cada uno siguiendo su
propia dirección. Para cuando el forastero llegó al límite del
pueblo, el poco interés que había generado su lenta llegada había
desaparecido por completo, y nada, salvo unas miradas ceñudas bajo
el sol desde decenas de metros, hacía ver que hubiera alguna
expectación por la identidad o motivaciones del desconocido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
El forastero, algo
más al resguardo de los aires polvorientos de la carretera al
acercarse a un precario pero bastante firme toldillo a su derecha,
se descubrió la cara y tosió, antes de sacarse el trapo amarillento
de debajo del cuello de su abrigo y sacudírselo contra el muslo
izquierdo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Qué le trae a
nuestro pequeño lugarcito, “pateagravas”? —le sobresaltó una
sombra retorcida que se sacudía hacia él desde la sombra del
toldillo, sujeto con tubos de oxidadas señales de tráfico y unos
pocos mangos de palas.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¡ME CAGO EN...!
—exclamó el recién llegado, volviéndose hacia el anciano que se
le acercaba en sigilo, pese a cojear—. ¡Joder, viejo, no haga eso!
¡Podría haberle matado!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Hmmm —hizo el
anciano rascándose la calva cabeza, y procediendo además a
carraspear como asfixiado por densas flemas—. No. No parece usted
un asesino. Y tengo vistos unos cuantos montones de dedos de mano
sana, de esos... Demasiado pulcro... ¡Afeitado, cabello recortado!
Sus ropajes... —el viejo sacudió un dedo retorcido señalándole
de arriba abajo—. No. Usted parece un hombre medianamente
civilizado. Si es que aún hay de eso...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Usted conoce
la civilización? —le preguntó el hombre con cierta ilusión en
sus entrecerrados ojos, cuarteados de polvo seco en las pestañas—.
Quiero decir... ¿Conoció la civilización?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Bueno... apenas
la recuerdo... Y eso que ya casi era viejo para cuando la vi
terminar...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Respondiendo a
su pregunta... —continuó el hombre, interrumpiendo al anciano y
mirando la extensión de chabolas y edificios derruidos remozados
para vivir por aquellas gentes—, precisamente es la civilización
lo que me trae hasta aquí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¡Oh, no me
diga...! —le interrumpió el anciano con sorna, a su vez.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Sí —continuó
el extranjero, sin mostrar ninguna ofensa—, vengo de un lugar donde
estamos haciendo cosas. Grandes cosas. Tenemos “lectricidad”,
tenemos agua, comida... ¡y planes para extendernos!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Ein? —volvió
a interrumpir el anciano, estirando el cuello hacia él como una
tortuga curiosa—. ¿Y saqueadores? ¿Sanguijuelas? ¿De eso no
tenéis?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No —sentenció
el hombre, mirando al anciano ahora con severidad—. Tenemos
justicia. Leyes. Orden. La base de la civilización. Luchamos contra
moradores del desierto. Caníbales y rapiñeros. Combatimos la
oscuridad de las catacumbas. Y a todo emplazamiento con el que
buscamos alianza, les ofrecemos eso mismo: la persecución y
“purgarizatización” de los males que los aquejan, sean éstos
plagas del yermo o el azote de “brutalizantes”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Purgaqué?
¿Brutaqué? —replicó el anciano confundido—. Es decir, que sois
mucha gente organizada y estáis creciendo...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Dicho rápido,
así es.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Pero viajas a
pie, “pateagravas” —sentenció el anciano, tomándose nuevas
confianzas—. ¿No tenéis bólidos? ¿No hay combustible, de donde
vienes?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Era sólo un
niño la última vez que vi moverse algo con ruedas, anciano. No
conocemos la gasolina. Algunos, más jóvenes, creen que es un mito:
¿un agua que alimentaba máquinas que rugían como enormes perros
rabiosos...? Yo... Porque lo recuerdo, ¡vagamente!, pero hasta a mí
me cuesta creer que aquello existiera.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¡Vaya...!
—exclamó el anciano—. Entonces, ¿tanto tiempo ha pasado?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Qué quiere
decir?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—De la última
vez que vi un bólido... Incluso todo este tiempo he seguido creyendo
que aún corrían por el páramo, retumbando en las montañas los
ecos de sus explosiones, el zumbido de sus neumáticos levantando
tormentas de polvo a su paso...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—De donde vengo,
se cree que esas máquinas sólo eran instrumentos de muerte,
demonios que vivían por el fuego y que poseían a sus tripulantes
volviéndolos locos... Hasta yo mismo empezaba a creérmelo, de tanto
oírlo... —recordó el forastero, meneando la cabeza y mostrando
una sonrisa torcida.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¡Oh, no, en
absoluto eran demonios! ¡Sólo máquinas! ¡Meros vehículos!
—exclamó el anciano, como escandalizado de las supersticiones, de
hasta dónde podía llegar la ignorancia de otras gentes del yermo—.
Sin embargo... la última vez que vi un bólido... Sin duda traía
dentro algo que lo conducía, pero nos fue difícil a muchos de
nosotros disociar a la máquina de aquel hombre...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿“Disociar”?
—repitió el desconocido, confuso.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Hmmm —titubeó
el anciano, recordando que la lengua había cambiado. Prevalecían
menos palabras para decir las mismas cosas. Y quizá fuera lo mejor—.
No podíamos distinguir una separación entre el hombre y su bólido,
incluso cuando el hombre se alejaba centenares de metros de la
máquina...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Como si
realmente le poseyera, o compartieran alma?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Más bien como
si el hombre careciera de ella... Como si fuera tan vacío, inerte,
pero al tiempo salvaje, como el poderoso motor que sobresalía gris y
brillante sobre la parte delantera de su negro bólido.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Era un
“brutalizante”?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No sé
decirte... brutal sí que era...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Quiero decir si
llegó para daros problemas...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No... todo lo
contrario en realidad... —afirmó el anciano, meneando
negativamente la cabeza, sin embargo—. Este lugar siempre fue
tranquilo, sin duda, pero no tan acogedor y benévolo como lo es
ahora... Si eso cambió, fue por él, por “el conductor”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Como te
digo, “pateagravas”, este era un lugar tranquilo. Desde la
lejanía, e incluso paseando por entre los chamizos, tú hubieras
creído que aquí podía reinar la felicidad. Pero allá, al fondo,
casi al final del pueblo hacia donde cae el sol, había una casa, una
gran casa, casi intacta, no como estos cimientos partidos que ves por
aquí cerca. Allí, donde ahora sólo hay un cráter de escombros,
era que estaba esa casa. Y en su interior, era donde se perpetraban
horrores que, si conoces a los salvajes moradores del yermo, podrás
imaginar, si es que no has visto ya.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Desde no
mucho después de que la civilización, y con ella todas las leyes,
desaparecieran, aquellos depravados habían llegado de no sabíamos
dónde, y se habían hecho los dueños de nuestro sencillo
asentamiento... Como te digo, yo ya era un viejo cuando todo aquello
ocurrió, y la mayoría de nosotros éramos supervivientes por
casualidad: ancianos, familias con niños, y gente aquejada de
enfermedades desconocidas que habían contraído durante nuestro
errar por el yermo, antes de decidirnos todos a echar raíces en este
lugar. Ellos eran fuertes, y sanguinarios, y nos sometieron. Eran
como una familia: se llamaban entre sí hermanos, los nueve, pese a
que no se parecían en nada unos a otros. Y por bastante tiempo se
dedicaron a robarnos buena parte de lo que comíamos y bebíamos,
después de obligarnos a conseguirlo. Al principio. Más tarde, como
si la comodidad y la rutina les hastiara y buscaran nuevas
emociones... entonces, empezaron los horrores.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Empezaron a
llevarse a las mujeres y niños a su casa, donde los tenían días y
días, y de donde regresaban prácticamente moribundos, maltratados
hasta el borde de la muerte, profanados hasta la extenuación... Y
más adelante, con el tiempo... Empezaron a dejar de volver. Recuerdo
cómo, de noche, el olor de la carne quemada me despertaba... ¡me
embargaba una terrible mezcla de terror y envidia! ¡Vergüenza! Olía
a gloria, pero sabía que habían empezado a comérselos... ¡a
comerse a los más tiernos, a los niños!
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>El tiempo
pasaba. A quienes intentaban huir los aniquilaban y torturaban en
público. Su gula crecía, y empezaron con la cría... Violaban a las
mujeres con regularidad, y devoraban los tiernos bebés. Sí, lo sé.
Veo tu cara y te preguntas cómo lo permitíamos... El miedo, ¡la
impotencia! No había nada, forastero. ¡Nada que poder hacer! Sólo
miedo, hambre, extenuación, dolor... ¡Y el horror! Y no sé cuánto
tiempo después de aquel infierno, fue que pasó.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Llegó el
bólido negro. Llegó “el conductor”.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>El rugido
de esa negra máquina se escuchaba desde kilómetros, rebotando
contra la roca de las colinas. Cuando la luna se alzaba roja, en
mitad del ocaso, por el horizonte, fue que alcanzamos a ver cómo una
tormenta de polvo le sucedía. ¡Desde por allí, rodando por la
misma carretera por la que has llegado, forastero! Los nueve hermanos
sanguinarios habían salido a mirar quién llegaba, como imaginarás,
pues ya por aquel entonces no era nada común escuchar el tronar de
motores, y menos aún llegar a ver de cerca uno de ellos. Todos
sabíamos lo que ocurriría: el desconocido sería asesinado tan
pronto como frenara su máquina en el pueblo, y, todo lo suyo, se lo
quedarían los hermanos. Yo, observándolo todo, deseaba en secreto
que el forastero pasara de largo, o mejor aún, que cruzara con su
bólido por mitad del pueblo, atropellando a todos los hermanos...
Pero nada de eso. Tras acercarse a gran velocidad, como una gran bala
empujada por el polvo, frenó en seco, haciendo saltar piedra y polvo
contra quienes observaban de más cerca y algunos de los hermanos...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>El polvo se
disipó, y el bólido permanecía quieto, sin luces, con el potente
motor roncando como un feroz monstruo durante un profundo sueño. El
conductor parecía invisible en la oscuridad total del interior, que
a la vista fluía hacia fuera como una borrosa bruma a través de
toda la cabina sin cristales... Los hermanos, varios de ellos,
gritaron desatados... ¡Exigían que saliera, que se rindiera, que se
cortara él mismo el cuello para ahorrarse todo lo que le harían! Y
al final, Petro, el más fuerte y grande de ellos, corrió hacia el
lado del conductor, impaciente.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>La puerta
se abrió de golpe contra las piernas de Petro, haciéndole caer a un
lado. El conductor la había abierto de una tremenda patada, y ya
hacía salir toda su oscura silueta. Sin demora e ignorando las
amenazas de los demás, se acercó a Petro y le pateó la cabeza,
evitando que se pusiera en pie para enfrentársele. Lo hizo rodar
sobre sí mismo, escupiendo dientes, y con una silenciosa brutalidad
que nunca habíamos presenciado empezó a pisarle la nuca una y otra
vez, sin que ninguno pudiéramos contar cuántas veces ni medir a qué
ritmo, mientras el cráneo de Petro se hundía contra el duro suelo
arenoso y empezaba a doblarse y quebrarse con los devastadores
taconazos.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Sin duda
que ya estaba muerto, y aunque algunos de los hermanos se habían
quedado estupefactos, tres de ellos se lanzaron a por el conductor
con sus palos y cuchillos. El hombre se volvió tranquilo a
dirigirles una mirada tan negra como lo era su vestimenta, agitando
el largo pelaje animal que le cubría cabeza y cara. Sólo un par de
brillos bajo el ceño hacían pensar que de verdad allí había unos
ojos humanos, ¡era aterrador! Pero los hermanos, como te digo,
“pateagravas”, estaban furiosos. No vieron el peligro de su
paciencia: esperó a que le atacaran y, te lo juro por lo que sea en
que creas, que evitó sus golpes como si hubiera visto millones de
veces moverse así a aquellos hombres. Les aplastó la cara a
pacientes puñetazos a los tres, sin dejar de moverse, evitando sus
rabiosos ataques... Te aseguro que, pese a recordarlo como si lo
viera ahora mismo, aún me parece mentira aquello, forastero...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
>>Los demás
hermanos huyeron, mientras tanto, hacia su mansión al fondo del
pueblo, pensando, imagino, que si se atrevía a perseguirlos serían
capaces de sorprenderle por el amplio y laberíntico interior... Pero
sin duda que no fue así. No sé cómo se desarrolló el combate
dentro de aquel lugar, mi nuevo amigo, pero sé que todos vimos salir
al conductor un buen rato después de la misma manera que entró:
tranquilamente, ¡e intacto! Y que desde el interior, la mansión de
los hermanos empezó a dejar salir llamas cada vez por más de sus
ventanas, hasta que se convirtió en una pira gigante que consumó el
fin de nuestro terror mientras la contemplábamos durante horas,
sumidos todos en la incertidumbre respecto al futuro y el pánico a
las represalias de los hermanos por aquello, aun sabiéndolos a todos
muertos: ¡hasta ese punto nos tenían amaestrados!</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¡Es toda una
historia, anciano! —expresó el forastero, mirándole evocar todo
aquello como sumido en un trance—. ¿Y qué pasó con aquel
extraño, “el conductor”? —inquirió, dejando vagar su mirada
distraída de nuevo por el pueblo—. ¿Se quedó aquí, con
vosotros? ¿Es ahora vuestro líder?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No —suspiró
el viejo, como si recordar todos aquellos detalles hubiera sido un
largo esfuerzo físico—. Como nosotros, se quedó mirando la casa
arder, allí delante, en mitad de la carretera, hasta que el fuego se
extinguió, poco antes del amanecer. Después fue hasta su bólido,
lo hizo rugir como si celebrara la carnicería, y siguió la
carretera a través del pueblo, desapareciendo antes incluso de que
iluminaran los primeros rayos del sol. No dijo nada. No miró a
ninguno de nosotros. Y nadie se atrevió a dirigirle la palabra desde
la distancia, ni a acercarse lo suficiente como para poder distinguir
si era joven o viejo... Durante todas las horas que duró el
incendio... Él sólo permaneció de pie, quieto, mirando el fuego...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Entonces...
—empezó el forastero, volviéndose a mirarle de nuevo—, ¿qué
quería? ¿Por qué cree que les ayudó, anciano?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No lo sé
—sacudió la cabeza—. Supongo que estaba acostumbrado. Eso es
algo que saltaba a la vista. Su manera de moverse, de pelear... Para
él, esto no era nada. Creo que vio a los hermanos sanguinarios, y
luego nos vio a nosotros: escuálidos, arrastrándonos temerosos...
Y supo de inmediato lo que pasaba aquí. Si me preguntas por qué
detuvo su viaje para salvarnos... No lo sé. Ni siquiera se llevó
nada de los hermanos. No saqueó sus cadáveres ni su mansión del
horror.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Me estás
diciendo, anciano, que hay una especie de “salvador”, recorriendo
el yermo?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No... —negó
el anciano con cierta tristeza—. Le estaré eternamente agradecido
a ese hombre, por devolvernos las riendas de nuestras vidas... pero
creo que no era ningún salvador. Creo que sólo un loco más, como
tantos que aún hay por ahí fuera. Sólo que, su locura, era de otra
clase...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—¿Qué quiere
decir, anciano?</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Como te dije, no
nos habló... ¡no nos miró! Nos salvó, ¿sabes? Podrías pensar
“arriesgó su vida para ayudar a unos desconocidos”, y creo que
no fue así. Creo que para él no hubo en ningún momento riesgo
ninguno. Tendrías que haberlo visto, ¡si lo hubieras visto, me
creerías! A ese hombre ningún otro le podía matar. Pero no es
ningún salvador. Para él no éramos nada. Nos ayudó como bien
podría ayudar a un perro con la pata atrapada o a una mosca que se
agita en el agua. Para él, no existíamos. Estábamos en otro nivel,
fuera de su realidad...</div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—Pero aun así
les ayudó... —dijo el forastero con una sonrisa torcida—. ¿Por
qué dice que estaba loco? Debería estar agradecido, y más bien
parece triste, al recordar todo esto...</div>
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm; text-indent: 0.5cm;">
—No digo que
estuviera loco... Pero lo deseo. Y estoy triste, porque ese hombre,
ese héroe extraordinario, abandonó a la humanidad mucho, mucho
tiempo antes de llegar a nuestro pueblo y salvarnos. Él no quería
la vuelta de la civilización, no quería saber nada de nadie. Para
él éramos todos animales —el anciano alzó la mirada y la clavó
en los ojos del forastero. Estaba llorando—. Deseo creer que estaba
loco, porque no quiero pensar que tuviera razón.</div>
Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-43244907217034679452015-12-29T17:21:00.000+01:002017-07-12T02:50:31.359+02:00SUPERMAN CONTRA LOS MUERTOS VIVIENTESPasen y vean, majaderos...<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCDVVt2Gl0r1aXN0dJneB20MUPjzQgDHKvGOzPBfzV4Bwu5P0pHQHa9MqOBLboNC8aff0fFZq3qjoCedqq4H6Q3ZadHiB8Z7MJbX-PqT_3srKP8WcDVPuGVlKc8t35MvuExnTX5NzrS9ig/s1600/portada+superman+contra+los+muertos+vivientes+760x1045.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCDVVt2Gl0r1aXN0dJneB20MUPjzQgDHKvGOzPBfzV4Bwu5P0pHQHa9MqOBLboNC8aff0fFZq3qjoCedqq4H6Q3ZadHiB8Z7MJbX-PqT_3srKP8WcDVPuGVlKc8t35MvuExnTX5NzrS9ig/s320/portada+superman+contra+los+muertos+vivientes+760x1045.jpg" width="232" /></a></div>
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Este relato no tiene mucha historia detrás... Siempre me gustaron los superhéroes, aunque nunca he leído demasiados cómics (me gustan, pero de pequeño me gustaban mucho más otras cosas, como los videojuegos... y ya eran un vicio bastante caro), y cuanto sé sobre ellos prácticamente se ha reducido siempre a las versiones cinematográficas.<br />
<br />
Como curiosidad diré que en mi mente veo al fallecido Christopher Reeve como Superman en este relato. Lo de que se enfrente a zombis, es porque es otra de las cosas que más me gustan de la ficción general, y no sé si en los cómics ya se enfrentó a los muertos vivientes (supongo que sí, porque debe haber de todo), pero esta es mi versión de cómo afrontaría Superman el apocalipsis zombi<br />
<br />
Otra curiosidad es que el símbolo de Superman de esta portada lo dibujé yo mismo en Paint, y luego fui rompiendo con color negro las líneas para darle ese aspecto envejecido. Es una chorrada pero estoy contento de cómo quedó.<br />
<br />
En fin, nada más...<br />
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Y ahora... que comience la función.<br />
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<br /><br /><div style="text-align: center;">
SUPERMAN CONTRA LOS MUERTOS VIVIENTES</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
El aire hacía ondular levemente su capa mientras se dejaba alzar en lenta deriva hacia el continente de nubes, una masa de vapor de agua teñida en tonos rojos y anaranjados allí donde los jirones enrollados despuntaban en el sentido de la gravedad. Los huecos de las alturas se mostraban de un azul de profundidad marina. El Sol, la fuente de todo su poder, la base de la vida en aquel planeta tan distante a todo lo demás en el universo, hacía verse el kilométrico macizo nuboso con la solidez de la roca gastada y pulida y con la dinámica de una marea de agua congelada instantáneamente en mitad de una furiosa tempestad. Kal-El pensaba que era hermoso; no sólo su cielo, también el suelo lo era, antes, a pesar de la superpoblación y la descontrolada explotación del terreno y los recursos por parte de sus protegidos, los terrestres: seres capaces tanto de las más inimaginables proezas, y con infinita imaginación, como de las más antinaturales y perversas de las acciones o actitudes. Realmente, aún se preguntaba si el desastre había sido provocado por ellos; quizá algún experimento que había escapado a las medidas de control, o el desenlace triunfal del plan de una mente genial y desquiciada...</div>
<br />Había empeorado tan rápido que no había tenido tiempo de investigar la causa o la identidad de los culpables. Sólo... sólo había podido luchar, luchar durante semanas, arrasar con millones de personas que se habían abierto paso desde la profundidad de sus fosas bajo tierra o que habían hecho añicos las losas de sus nichos para atacar a los vivos, quienes resucitaban a su vez, en todas partes, en todo el mundo al mismo tiempo. Los resucitados eran como auténticos demonios, rápidos y con la fuerza desatada de un gorila; la gente no era rival contra esos seres, virtualmente inmortales. La mente de analista científico de Kal-El no era capaz de elucubrar una explicación física y lógica, a decir verdad: los seres sólo podían detenerse reduciéndolos a pedazos lo bastante pequeños para no representar una amenaza por sí mismos. De nada les servía a los aficionados al cine de zombis todo su conocimiento, y por instinto todo el mundo disparaba o golpeaba contra las atolondradas cabezas de los resucitados, la mayoría perdiendo la vida a manos de los monstruos de sesera abierta. A golpes, devorados, estrangulados o pisoteados, así terminaban su estresante carrera de supervivencia la mayoría. La masa de muertos aumentaba y se esparcía por el mundo a la velocidad de un maremoto que socavaba la tierra, ascendía la roca, arrasaba madera y metal y aniquilaba toda vida que quedara al descubierto.<br /><br />La peste que le traía desde tanta distancia la superioridad de todo sentido le recordaba la frustración de la que se había abstraído por esos segundos en los que buscaba la reconfortante luz solar que recargara sus fuerzas. Por debajo, a centenares de metros, el manto negro y denso de la tormenta sobre los restos de Metrópolis, bajo el que se arrastraba una mancha de corrupción provista de infinitos pares de piernas. Suspiró e inició un feroz picado atravesando la estática que arrojó sobre él rayos que su fisonomía extraterrestre dispersó y desvió a su alrededor en la forma de ondas esféricas de ionización que aún se mantuvieron oscilando con movimientos pendulares al salir de las nubes, quemando la humedad de la lluvia furiosa que parecía suspendida en el aire mientras la cruzaba a cinco veces la velocidad del sonido. En la distancia, los supervivientes de la guerra contra los muertos, hacinados en la pequeña isla del Centro Internacional de Convenciones, vieron cómo un rayo esférico se estrellaba contra el río que rodeaba la isla, por el lado sur, quemando y hundiendo el agua por un segundo en la forma de un tubo antes de que ésta se derrumbara hacia el espacio vacío explotando en un géiser de vapor.<br /><br />Kal-El se abrió espacio girando sobre sí mismo, moviendo el agua a su alrededor y desperdigando el ejército de muertos que vadeaba por el fondo cruzando hacia la carne viva de la isla, avanzando unos sobre otros en una marea submarina de varios cuerpos de altura. La masa zombi rugió al sentir el sacudirse de la vida entre ellos, con sus gargantas sin aire haciendo vibrar el agua en un rumor que por cada solo individuo sería imperceptible al oído humano, pero que en conjunto producía un concierto unísono, tan implorante como inquisidor, que removía la tristeza y la repugnancia natural de la humanidad inherente de Superman.<br /><br />Cansado y harto, sabiendo que sólo estaba ganando tiempo para los últimos de sus conciudadanos, incapaz de abandonar una lucha que no acabaría como no fuera arrasando el planeta entero, les devolvió a los resucitados su grito sordo de frustración en el momento en que los más próximos intentaban arañar y mordisquear la piel inquebrantable, alguno llevándose un pedacito rasgado de traje azul o de la capa roja por trofeo; un sonido que se propagó por el agua con una potencia tal que los tímpanos explotaban, e incluso buena parte de los huesos del cráneo de muchos muertos vivientes se partían por la vibración.<br /><br />Desde la isla, los supervivientes sintieron el leve seísmo que producía su voz, antes de ver el río iluminarse en rojo y bullir: Kal-El calcinó a los muertos en todas direcciones, evaporándolos junto con el agua que le rodeaba, produciendo un vertiginoso torbellino, un cono gigantesco y abismal de agua que giraba mientras caía donde desaparecía la que se convertía en vapor. Se desplazó usando la levitación, sin que el agua mermara en absoluto su avance, hacia la orilla desde la que la masa zombi se arrojaba al río como un afluente contaminado, una gigantesca catarata de cuerpos putrefactos que hizo estallar en llamas ascendiendo de las profundidades con el calor de sus ojos aún encendido en la forma de un haz de láser de cuarenta metros de amplitud. Los cadáveres vivientes salían impulsados hacia los cielos, completamente inútiles, cayendo por todas partes a centenares de metros alrededor, muchos hacia la oscuridad cada vez más ponzoñosa del agua del río de Metrópolis, la mayoría derrumbándose como un manto de brasas hacia la calle mayor desde la que se avecinaba toda la jauría.<br /><br />Superman subió un poco más en su vuelo, mientras arrojaba su aliento gélido hacia los cuerpos carbonizados, al tiempo que moldeaba con más láser de su visión calorífica el conjunto de cuerpos calcinados y retorcidos, forjando y templando con ambos poderes una sólida bola repugnante de carbón orgánico. Descendió a toda velocidad antes incluso de que el inmenso martillo fabricado tocara el suelo, y le dio impulso con una feroz patada que lo estrelló contra la calzada de Metrópolis con la fuerza de un meteorito cayendo desde más allá de la atmósfera. El impacto sacudió la tierra, cientos de calles se resquebrajaron, los edificios se partieron en dos, derrumbándose sobre sí mismos o contra los adyacentes, mientras un huracán de cristal y hormigón se desperdigaba por kilómetros, aplastando a la infinita muchedumbre zombi bajo un manto de metralla al que siguió la caída de buena parte del suelo de la ciudad sobre el vacío de los varios niveles de metro subterráneo.<br /><br />Los cadáveres sufrían una mutilación y aplastamiento que sólo las civilizaciones azotadas por el cataclismo natural más salvaje podrían haber conocido en el curso de su extinción, mientras los supervivientes de la isla del Centro Internacional de Convenciones resultaban protegidos de la debacle por Kal-El, que volaba a velocidad supersónica manteniendo a raya el denso polvo del impacto con su aliento, y desviaba a terribles puñetazos los pedazos gigantescos que la ciudad moribunda había escupido al cielo en su exhalación final, y que ahora caían como las bolas de cañón de un bombardeo, numerosas y letales.<br /><br />El impacto mató de ataque al corazón a tres personas, y causó aturdimiento y pérdida temporal de audición al resto; por acto reflejo, todo el que no cayó desmayado se tiró al suelo, y muy pocos consiguieron sobreponerse a la pérdida de equilibrio y la desorientación lo suficiente como para poder volver a incorporarse, y sólo para visualizar el infierno desatado más allá de la orilla de su isla. El mundo era una negrura sucia de la que el gris mate de la tormenta era techo. El interior de las nubes seguía destellando con furiosos relámpagos cuyo trueno era imposible distinguir del murmullo de la destrucción que acontecía en Metrópolis, que caía y caía sobre sí misma y cada vez más profundo, como si fuera un circuito de fichas de dominó.<br /><br />No había acabado con todos los muertos vivientes que quisiera. De hecho muchos se escabullían de entre los escombros aún en movimiento, ignorando su falta de algunas partes o lo agujereado de sus cabezas o torsos. Cuando estaba pensando en sobrevolar los supervivientes para comprobar su estado, aún explorando toda Metrópolis con un veloz barrido a rayos x desde las alturas, un nuevo rumor unísono llegó a su audición supernatural. Gozaba de la intensidad aquejada de rabia y maldición de la masa zombi, y hasta del monótono rugido coral, pero estaba hablando, ¡hablando! Muchas voces antinaturales alzando una declamación desde las profundidades del centro de la ciudad, cercado por barricadas de edificios desplomados.<br /><br />—¿Cuánto tiempo más? —aullaban esas voces, en el idioma de cualquier ciudadano de Metrópolis, perfectamente comprensible para él, aunque no comprendiera cómo podía estar pasando—. ¿Cuánto tiempo seguirás tratando de evitar lo que ha de pasar?<br /><br />Kal-El atravesó la atmósfera de polvo y ceniza de cadáveres pulverizados que inundaba las calles, aterrizando en mitad de la plaza que había sido centro del barrio más comercial de la ciudad. Entre la densa polución del desastre que había ocasionado, Superman podía ver algo palpitar. Una cosa grande y amorfa, pero que rodaba con cierta solidez, no sin amenazar desparramarse en la dirección en la que convulsionaba, distinta a cada segundo. Parecía avanzar con aleatoriedad, pero sin duda lo hacía hacia él, ahora que había tomado tierra. Superman se había enfrentado a muchas cosas raras, hasta alcanzar sus 54 años de edad: había conocido seres de otros mundos, de otras dimensiones, y de especies inimaginables y desconocidas del todo para el extenso escrutinio del universo de su raza, los kriptonianos, e incluso había sufrido en sus carnes la impotencia del sometimiento mediante la magia de muy extraños personajes. Pero ahora se le dirigía de voz y presencia una cosa harto repugnante...<br /><br />—¡Fuera, por favor, fueraaaaa! —le rugía, o le rugían, según se mirase—. ¡Hazte cargo de que éste no es asunto tuyo, no te concierne, no debes influir en esto, y de todas formas en ninguna forma puedes influir...!<br /><br />La cosa seguía avanzando. Empezaba a simular un remedo de ser bípedo, de características homínidas. Ya daba pasos, en vez de rodar, pero Kal-El no podía concederle más dignidad al ser, o lo que fuera. De alguna forma una fuerza mantenía juntos en posturas difíciles, imposibles, a los muertos vivientes, que se aglutinaban aplastados, truncados unos contra otros, en bolsas de carne reventada de la que sobresalían huesos y órganos, con los brazos y piernas asomando con movimientos espasmódicos allí donde probablemente no habían encontrado lugar para encajar.<br /><br />Al caminar, el peso de cada paso hacía sonar todos los cuerpos al unísono, rompiéndose y rasgándose toda la materia cárnica, astillándose todo hueso, haciéndose papilla ponzoñosa al tiempo que de alguna manera simulaba ser algo dotado de alguna solidez. Superman sentía verdaderas nauseas en su estómago, en ayunas desde cerca de un mes. Sus ojos azules, hundidos por el cansancio y la vela constante, enrojecidos por la extenuación de sus poderes oculares, rompieron a llorar de rabia, mientras le gritó a la cosa, de la que no quería saber nada, de la que no quería recibir órdenes y que ni siquiera quería estar viendo moverse... ¿Acaso se había vuelto loco? ¿De verdad estaba viendo eso?<br /><br />—¡¡Los estás matando a todos!! —rugió con la voz reverberante que sólo a un dios podría atribuirse, preso de una ira descomunal, toda su poderosa fibra extraterrestre, alimentada por el sol amarillo durante tantos años, aquejada de una tensión tal que la alta temperatura de su cuerpo estaba fundiendo las partículas de humedad a su alrededor.<br /><br />—¡Ellos lo han elegido así! —mascullaron las bocas, algunas ahogadas entre los pliegues de carne y las vísceras que se frotaban en constante movimiento, otros rostros apretados contra los restos de las vestimentas de otros cuerpos, como jugando a ser fantasmas. Los cadáveres se mantenían prietos con una gravedad descomunal dotando a la forma que componían cada vez más consistencia, hasta el punto de empezar a resultar en una masa forzuda, que se mantenía en pie resuelta, imitando bastante bien una forma humanoide del tamaño de un autobús, aunque sin cabeza. Siguió explicándose, la pesadilla de cuerpos cimentados en sí mismos.—¡La masa crítica de su conciencia colectiva ha superado con creces lo permitido, el dispositivo de seguridad ha sido activado, alienígena! ¡Van a desaparecer y no lo puedes evitar!<br /><br />Kal-El estalló de furia, incapaz de mantener más la calma tras toda la devastación que había ido desperdigando por el planeta en un vano intento de detener a los humanos resucitados. Su lucha contra ellos por defender a los aún vivos no sólo terminaba con los restos de la civilización, sino con el mismo clima, con las demás especies naturales de la Tierra. No sería descabellado escuchar a algún superviviente decir que Superman llevaba tiempo al borde de la locura; de hecho la mayoría había empezado a pensar, en el momento de mayor recrudecimiento de la lucha contra los zombis, a nivel mundial, que sus métodos eran tan perjudiciales como el uso de las armas nucleares. Ni él mismo sabía ya si seguía cuerdo, escuchando el críptico discurso de un montón de zombis amalgamados.<br /><br />—¡¡¡CÁLLATE!!! —rugió, el estampido sónico de su voz haciendo temblar la carne apretada de la criatura, crepitando con la vibración los huesos aplastados y debilitados, removiendo el polvo de hormigón y vidrio con la fuerza de un huracán.<br /><br />Se lanzó directamente contra la criatura, deshaciendo la imposible unión entre los cuerpos, y partiendo por la mitad buena parte de todos ellos, las vísceras deformadas explotando como soltadas repentinamente a la falta de presión del espacio. Mientras el ser caía derribado por el impacto que lo había agujereado a la mitad, Superman continuó volando, ascendiendo a toda velocidad para dejarse caer hacia la masa de cuerpos que se sacudían buscando de nuevo la espantosa unión.<br /><br />Cayó directamente en mitad de ellos, aplástándolos bajos sus pies, golpeándolos contra el suelo con una fuerza que provocó un cráter de varios metros de profundidad, hundiéndose con ellos bajo tierra, mientras la sangre y las entrañas explotaban a su alrededor, volviendo rojo por completo su traje y su piel, haciendo a su boca saborear los fluidos podridos y pastosos que mantenían engranados los movimientos de las criaturas semimuertas... Piernas arrancadas de cuajo, y con las articulaciones desviadas, intentaban patearle mientras torsos sin brazos y manos que se arrastraban solitarias intentaban morderle y arrancarle la piel: la masa de los muertos se cerraba sobre él como la trampa de una planta carnívora, mientras cada uno de los individuos que la formaban hacía lo imposible dentro de sus capacidades para intentar acabar con él.<br /><br />Los muertos se apretaron, convirtiéndose en su techo, paredes y suelo. Le echaban sus alientos malolientes y sin calor, y le manoseaban a golpes de uñas que se desconchaban y de dientes que se partían bajo la presión desesperada con la que lanzaban los mordiscos, todo eso mientras le restregaban sus vísceras pútridas colmadas de excrementos por todas partes. La bola parecía estar intentando asfixiarle, encerrándole bajo un peso mucho mayor del que la cantidad de muertos realmente sumarían... Algo sobrenatural intentaba matarle o disuadirle, pero Kal-El podía aguantar la respiración durante cerca de una hora sin problemas, permitiéndose incluso volar por el espacio gracias a cómo soportaba su cuerpo las altas presiones o la falta absoluta de ellas. Intentó destrozar la presa empujándola y soltando devastadores puñetazos, pero las carnes se deshacían bajo su empuje, adhiriéndose a su cuerpo en movimiento como una pasta inquebrantable.<br /><br />Usó su poder de levitación para subir con la bola de carne a cuestas a una velocidad tal que prácticamente se apareció más allá de la atmósfera, donde los cadáveres no soportaron las bajas temperaturas, convirtiéndose en un gigantesco copo redondeado de cristal. Superman lo hizo añicos proyectándose en dirección de descenso hacia Metrópolis, pero tan pronto como dejó tras de sí una vez más la frontera negra de la tormenta, descubrió que en la isla de los supervivientes se había desatado la locura por la matanza a manos de los muertos vivientes.<br /><br />Las personas que habían muerto de infarto a causa del poderoso impacto del martillo de cadáveres carbonizados de Superman se habían alzado de nuevo para atacar a los demás, todo eso mientras él había estado enfrentando su desconcierto ante la infame megamente conformada por los muertos. La gente corría en círculos o intentaba saltar al agua del río, pero los muertos recientes no se cansaban y resultaban implacables, incluso se tiraban tras los que echaban a nadar, agarrándose a ellos para arrastrarles hacia el fondo mientras les propinaban golpes y mordiscos... Kal-El se maldijo en silencio, apretando los dientes hasta hacerse sangrar las encías y tensando los puños hasta el punto de hincarse las uñas en las palmas. Todo era inútil: incluso de la muerte natural volvían los humanos como cadáveres asesinos, y el puñado que había estado intentando mantener con vida estaba siendo masacrado bajo sus pies. No había futuro para sus protegidos. Estalló en una locura desatada, voló directamente contra el Centro Internacional de Convenciones de la isla, fundiendo con su mirada de láser la cúpula y su interior, y los cimientos bajo las varias plantas de aparcamientos, y la tierra blanda y arenosa de más abajo, haciéndola cristalizarse en rojo blanco mientras volaba en mitad de ese infierno, hacia el que se precipitaba toda la isla, junto a los muertos vivientes y los pocos supervivientes que aún sollozaban sin esperanza. Todo caía sobre él, hacia él, allí abajo, donde era señor del fuego bajo la tierra: el fuego de sus ojos, con el que veía tanto como destruía. Sacudía a manotazos el fluido que parecía vivo, que ondulaba por la fusión de sus ojos y la semisolidificación en las partes más alejadas del centro de las llamas de luz. La isla siguió hundiéndose por su centro hacia el lago de magma que él conformaba.<br /><br />Kal-El, enloquecido de dolor y desesperación, era la viva imagen de un demonio de los que imaginaban las religiones de los terrestres, flotando en mitad de un fuego que no era tal, un medio que él creaba y del que a la vez formaba parte, disparando hacia los cielos, más allá de las nubes, gigantescos pedazos de cristal fundido con sus propias manos, que no mucho después empezaban a caer a millares por todos lados sobre la vasta extensión de Metrópolis y más allá. Las legiones de muertos vivientes no tardaron en verse arrolladas por ríos de fuego propagado por los pedazos de cristal ardiente que chocaban contra la ciudad y rodaban centenares de metros rebotando en los edificios. Y él, arrancado por el horror y el fracaso de su hermandad con la humanidad, tras terminar de vaciar su furia infructuosa, dejó el cráter en mitad de Metrópolis, permitiendo a la caída continua del agua del río enfriar, en la forma de gigantescos pétalos de cristal ondulado, la masa de magma.<br /><br />Superman había perdido a la raza humana (lo único que le unía a ese mundo y a la vida) por razones oscuras o antiguas que no alcanzaría nunca a comprender. Se alejó tan rápido como la física se lo permitía, atravesando el vacío del espacio, con la mirada fija en el vacío eterno de más allá. Se lanzó tan lejos como pudo durante todo el tiempo en que era capaz de contener la respiración. <br /><br /><br /><br />Tan lejos que ni hubiera podido ya distinguir su valioso sol amarillo del resto de estrellas, de haber querido volver la vista atrás.Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-25165163345296187612015-09-20T16:43:00.000+02:002017-07-11T20:25:44.372+02:00ELMER RUDDENSKJRIKPasen y vean, majaderos...<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU3hyphenhyphenhZRdV7LFZ7-r81J3P42AFc1GPNYAy9yDuX0lRhzKYMJb2YWxnMOl0S4mgxgYyJpLCzD1gSL_viTd7h8YgcEmlcQ4xot2raLz5O5br_wSJ63nOT6RBSa2orCT_7li3qtvPkYcf1idV/s1600/Portada+Elmer+Ruddenskjrik.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU3hyphenhyphenhZRdV7LFZ7-r81J3P42AFc1GPNYAy9yDuX0lRhzKYMJb2YWxnMOl0S4mgxgYyJpLCzD1gSL_viTd7h8YgcEmlcQ4xot2raLz5O5br_wSJ63nOT6RBSa2orCT_7li3qtvPkYcf1idV/s320/Portada+Elmer+Ruddenskjrik.jpg" width="204" /></a></div>
<br />
Este relato lo creé hace años para participar en un concurso de relatos de terror, en el cual el propio autor debía ser el protagonista. Sólo quería conseguir gratis el juego de Alan Wake que daban de premio, entre otras cosas. También lo ideé como prólogo a una novela que en aquellos tiempos era sólo una pretensión, y que estoy terminando al momento de escribir esta entrada (no en este justo momento, quiero decir por la época en que escribo esto). Supongo que cuando la termine, pondré al final este relato como extra, para que el lector disponga de la historia completa...<br />
<br />
Como información adicional, aclararé que el Sam Lake al que va dedicado, es el creador y escritor de los dos primeros juegos de Max Payne y del mismo juego de Alan Wake, entre otros. En mi opinión, el tío es muy bueno.<br />
<br />
Debo decir, además, que esa portada de más arriba fue un obsequio más entre tantos de Fernanda Vera, para su publicación en Wattpad hace algún tiempo.<br />
<br />
Nada más queda por decir, a leer, mendrugos.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
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<br />
<br /><br /><div style="text-align: center;">
Dedicado a Sam Lake</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Y ahora, que comience la función...</div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>Elmer Ruddenskjrik</b></div>
<br /><br />Antes de que se desatara el infierno y Jebedhia West iniciara su cruzada de realización personal, el señor Ruddenskjrik dedicaba todo el tiempo que era capaz a imaginar historias y transcribirlas en largas cadenas de palabras con la persistente idea de concluir largos relatos de ficción que le convirtieran algún día en alguien digno de admiración. Destacar sobre el resto de la tan despreciada raza humana era lo único que ocupaba su mente retorcida por la alienación y el aislamiento más masoquistas, síntomas debidos a la que él creía más que acertada imagen que se había hecho en su mente de sus congéneres: tenía a los humanos por salvajes bestias que daban tumbos por la vida buscando a quien desgraciar constantemente con sus propios males, estaba seguro de que incluso las mejores personas eran esclavas de frustraciones que en cualquier momento podían manifestarse como serios intentos de esparcir dolor, físico o emocional, por el mundo.<br /><br />El problema era que, como todo aquel que se ha vuelto genuinamente loco, él se tenía por encima y muy libre de compartir ese defecto de la naturaleza de las personas y, claro, con el derecho de juzgarlas sin misericordia. Éste fue el principio...<br /><br />El señor Ruddenskjrik había empezado a desvariar en su empeño de escribir la mejor obra de ficción de todos los tiempos, un manuscrito que no sólo sería una intensa historia de aventuras, sino también un severo ensayo declamatorio de cuán bajo era el espíritu del género humano. Una historia que cambiaría el mundo. Sin embargo, si alguien hubiera estado pasando con él esas semanas de encierro durante las que apenas comía y en las que dormitaba en su incómoda silla tras desfallecer de agotamiento, hubiera descubierto que, tras trescientas páginas de una apasionante novela, Elmer Ruddenskjrik había empezado a escribir extraños galimatías, eslabones de palabras que difícilmente podrían calificarse como tales, ya que no parecían otra cosa que caracteres pulsados al azar y separados eventualmente siguiendo una lógica incomprensible...<br /><br />Pero lo que hubiera hecho fruncir verdaderamente el ceño a este hipotético observador hubiera sido la propia persona del señor Ruddenskjrik. Era todo un espectáculo ver cómo se paraba a repasar con cuidado sus más de mil páginas de manuscrito, como si realmente estuviera escrito en algún idioma comprensible; o descubrir que, a pesar del buen tiempo, Elmer mantenía cerradas las persianas durante el día para escribir a la luz de una pequeña lámpara. Cualquiera que hubiera estado allí con él hubiera empezado a inquietarse al descubrir sus cada vez más dilatadas pupilas bailando con frenesí orgulloso sobre las hojas concluidas, al distinguir el brillo mate de su cada vez más pálida piel bajo el sebo aceitoso en que se estaba convirtiendo su sudor, al mirar a las uñas de sus manos, alargadas, descuidadas, agrietadas de repiquetear contra las teclas de su máquina de escribir...<br /><br />Al tiempo que él se transformaba debido a la combinación de su distraída reclusión y su absoluta devoción por su "trabajo", el total vacío de su desesperación, la oscuridad retorcida de su psique, el conjunto de experiencias pasadas, malinterpretadas y febrilmente exageradas por años de enfermiza obsesión, explotaron dentro de la masa de energía que algunos llamarían alma. Todo su odio hacia la raza que le era propia estalló a lo largo de la matriz intangible de la conciencia universal que unía a cada persona con el resto, una unión existente desde el principio de los tiempos, pero nunca antes activada en modo alguno. Todos los seres humanos del mundo sintieron un segundo de malestar, un escalofrío recorrió la nuca de cada uno de ellos a tal velocidad que no tuvieron tiempo sus cuerpos de reaccionar al sentimiento. Todos siguieron con sus vidas como si nada, ignorando lo que no se podía llamar de otra manera: el presentimiento.<br /><br />Alguien con un grado mayor de voluntad, con un dominio y comprensión mucho mayores de la capacidad de su propia consciencia, podría haber reconocido y actuado en consecuencia a la poderosa descarga de energía etérea; pero tal clase de ser aún tardaría un par de miles de años de evolución humana en hacer su aparición. La única manera en que alguien en ese tiempo pudiera darse cuenta de que algo pasaba, era poniéndose a leer el manuscrito ininteligible de Elmer Ruddenskjrik: cualquier ser humano vivo que tuviera enfrente el manuscrito descubriría con estupor que comprendía a la perfección todo lo escrito, a pesar de no reconocer la unión de las letras unas con otras. Ruddenskjrik acababa de compartir con cada ser de su raza la clave de la traducción instantánea de la extraña lengua que había creado en su locura y, he ahí la ironía, ahora estaba mucho más unido a los suyos en su encierro de lo que lo había estado nunca antes.<br /><br />En lo que concierne al normal transcurrir de la vida de cada persona, esta fortuita unión de sus mentes con la de Elmer no influyó para nada. Elmer continuó escribiendo y todos los demás continuaron con sus vidas, durante unos pocos días más. Sin embargo, y sin dejar por ello de escribir, Elmer empezó a darse cuenta de que, aun no teniendo un control sobre sus acciones, sí podía ver, oír y sentir todo lo que quisiera que estuviera viviendo cada ser humano en el mismo momento. La sensación, abrumadora y caótica, de experimentar miles de millones de vidas al mismo tiempo le impidieron continuar con su obra maestra.<br /><br />Elmer, como si la frustrante y terrible capacidad sensitiva de su alma no le afectara personalmente, como si no fuera más que un pequeño inconveniente para seguir escribiendo, se levantó de su silla ante la máquina de escribir y se tumbó en el suelo cuan largo era. Desde ahí, sin moverse lo más mínimo, con los ojos de dilatadas pupilas abiertos de par en par hacia la oscuridad del techo, empezó a cribar todas las experiencias personales que le sobrevenían mezcladas, a fin de distinguir qué pertenecía a quién y evitar recibirlo todo como una incomprensible amalgama. La tarea le llevó cerca de un mes, durante el cual no tuvo necesidad ninguna de alimentarse, beber o dormir. Físicamente debería haber muerto allí mismo, en el suelo, pero la conexión con sus congéneres le infundía una vitalidad que muchos llamarían sobrenatural, aunque no era para nada tal cosa.<br /><br />Podría haberlo considerado un don extraordinario y un modo, quizá, de resolver los eternos problemas del mundo. En lugar de eso, el señor Ruddenskjrik empezó a investigar de qué manera podía volver esas percepciones indeseadas e intrusas contra los que las generaban, era su oportunidad de condenar a su modo al género humano. Así de loco estaba Elmer Ruddenskjrik.<br /><br />El caso es que su registro y experimentación con la trama de la conciencia colectiva humana, un acto que en algunas religiones llamarían de profunda meditación, le llevó a discernir una pequeña fisura, un resquicio, donde la parte que contenía el alma dentro del cerebro podía interactuar con el resto del sistema nervioso de una manera activa. El problema era que, aunque él podía acceder al alma de un individuo, la voluntad viviente del mismo le impedía a él interrumpir la sinergia entre cuerpo y alma que constituía a la persona, haciéndole imposible usar ambos a su voluntad. Elmer sólo podía observar, pero nada más.<br /><br />Pero una idea se le ocurrió. Casi le aterrorizaba la posibilidad de que su audaz intento tuviera éxito, se asombró de que semejante cosa se le pasara por la mente. Ruddenskjrik podía intuir la manera en que la materia de un cuerpo era maleable hasta cierto punto por una voluntad lo bastante poderosa. Se le ocurrió que, si no podía intervenir en el cuerpo de una persona viva, quizá pudiera entrar en la cavidad reservada para el alma de un cuerpo muerto y, sin otra personalidad que monopolizara el sistema nervioso, reanimarlo y hacerlo moverse a voluntad. Se puso a ello.<br /><br />Durante seis meses, se vio inmerso en una extenuante y paciente tarea de reconstrucción de cada una de las conexiones entre las neuronas de un cuerpo humano muerto elegido al azar. Huelga decir que, a esas alturas, Ruddenskjrik ya no necesitaba alimentarse ni descansar en absoluto como el resto de seres humanos: su cuerpo se había convertido en una maltrecha saca de huesos marcados bajo una pálida y brillante piel escamosa, como la de un lagarto. El señor Ruddenskjrik permaneció todo ese tiempo tirado en el suelo de su habitación dedicado a su siniestro plan, mantenido vivo por su voluntad, una voluntad que había dado un salto evolutivo gracias a una profunda esquizofrenia y a un odio tan ardiente y profundo como el núcleo de la Tierra.<br /><br />Al principio, la resurrección, aunque exitosa, pasó francamente inadvertida. Experimentó con un cadáver al que fue capaz de brindar una fuerza tal que no le costó hacer que saliera de su tumba, unos tres metros bajo tierra. Una buena demostración de que no se equivocaba, de que una fuerte voluntad podía lograr cualquier cosa, incluso dar nuevas energías a la materia muerta... Sus siguientes intentos tuvieron como resultado que se originaran leyendas urbanas o primeras planas de periódicos sensacionalistas. Había gente que decía haber visto a parientes cercanos resucitados vagando por los pueblos, otros que habían sido perseguidos por grupos de cadáveres putrefactos que parecían querer iniciar una conversación.<br /><br />Las pruebas del señor Ruddenskjrik fueron pasando cada vez a mayores, hasta que fue capaz de resucitar a prácticamente todo humano sobre la Tierra que no estuviera demasiado deteriorado físicamente. Algo cansado de tanto trabajo, dos años después de que iniciara su exploración de la conciencia colectiva, decidió dotar de cierto grado de inteligencia básica a los muertos resucitados, con las órdenes básicas de "buscar y destruir" a todo humano vivo que se cruzaran a la vista.<br /><br />Deleitado de todo el caos y muerte que había esparcido sobre su antigua raza, a la que ya no creía pertenecer, abandonó momentáneamente la contemplación de toda la interminable información que le llegaba de muertos y vivos al mismo tiempo. Se incorporó, con no poco esfuerzo, y se asombró de lo lamentable de su aspecto y del de su habitación. Todo era polvo, sobre el suelo, sobre la ropa arrugada alrededor de su seca persona, en el aire que cruzaban solitarios y dispersos rayos de sol a través de la persiana... No tardó en comprender que no era bueno descuidarse tanto a uno mismo, algo en lo que no había pensado hasta entonces. No creía poder morir de inanición, como el resto de humanos, pero ausentarse así de su cuerpo lo ponía a merced de los vivos, a los que no podía controlar todavía.<br /><br />Ruddenskjrik se dirigió al baño, donde se lavó como pudo con agua fría, actuando como si no sintiera nada a través de la piel. El agua dejó de llegar a mitad de su aseo, y acto seguido, sin preocuparse, se vistió con un traje negro de su armario, cogió la más grande gabardina impermeable, también negra, y se colocó sobre la cabeza un sombrero del mismo color que nunca se había puesto, regalo de un familiar de su vida anterior. Al hacerlo, los mechones dispersos que eran cuanto quedaba de su antiguo pelo se soltaron debilitados de la cuarteada piel de su cabeza y cayeron a sus pies en un lento planeo. Se volvió al lugar donde había yacido durante todo ese tiempo, donde había quedado la mayor parte de su espesa cabellera original. No entendía de qué manera, pero había cambiado físicamente del mismo modo que lo había hecho su mente. Su mirada, oscurecida por las muy dilatadas pupilas, se paseó hasta su mesa, donde esperaban su vuelta las teclas de la máquina de escribir, invitándole a continuar su obra... Ya no necesitaba aquello, ahora tenía otra que escribir. De momento sólo lo hacía con humanos muertos, pero era cuestión de tiempo el llegar a transformar la carne viva a su antojo, y entonces habría de reiniciar el mundo a su manera, ya vería cómo. Todo se basaba en experimentar una y otra vez, en intentarlo constantemente...<br /><br />A través de la inabarcable experiencia conjunta de los muertos resucitados y la de los humanos supervivientes, Ruddenskjrik controlaba lo que quedaba del mundo. Salió a la calle, bien abrigadito en pleno verano, pero sin nadie que le mirara con hilaridad o estupor ofendido. Cuantos le rodeaban eran cadáveres malolientes que paseaban como perdidos bajo el justo sol del mediodía.<br /><br />—Bien —dijo para sí en voz alta, una voz que le pareció extraña, demasiado áspera y aguda para ser la suya, tal y como la recordaba—, todavía quedan unos pocos supervivientes, algo de diversión antes de más trabajo duro...<br /><br /><br /><br /><br /><div style="text-align: center;">
<b>El Principio...</b></div>
Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8832790865612734035.post-31653993849135354112015-09-13T19:08:00.000+02:002017-02-15T18:11:24.470+01:00EL ÚLTIMO TRITÓNPasen y vean, majaderos...<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifl5SYKFX0mJiudG6w_1wy6M8V6havSXQqardzbI_Cw-emTkdhz6drtZRThTjOXRVPdiZI5fzxkwDda6POrNpJgJhKdgkh9rXmSuXphK5npaIjbV0BTt3Ovr2DeNk6cgyJKn2-SWmRgyYf/s1600/Portada+el+%25C3%25BAltimo+trit%25C3%25B3n3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifl5SYKFX0mJiudG6w_1wy6M8V6havSXQqardzbI_Cw-emTkdhz6drtZRThTjOXRVPdiZI5fzxkwDda6POrNpJgJhKdgkh9rXmSuXphK5npaIjbV0BTt3Ovr2DeNk6cgyJKn2-SWmRgyYf/s320/Portada+el+%25C3%25BAltimo+trit%25C3%25B3n3.jpg" width="250" /></a></div>
<br />
Va a parecer que las dos primeras entradas las he dedicado a poner verdes a los usuarios de Wattpad, pero con éste relato no es para nada mi intención. Simplemente explicaré lo que pasó.<br />
<br />
Este relato lo escribí para participar de buena fe, por mera diversión, en un concurso organizado entre usuarios de esa web, que consistía en seleccionar una criatura mítica y hacer un relato original alrededor de su figura. Elegí un Tritón, más que nada porque me había hecho gracia todo el asunto del Tritón de la película "La cabaña en el bosque". Por supuesto, mi relato no tiene nada que ver con la película, pero era obvio que no parecía una criatura muy majestuosa ni dada a las mejores aventuras que escribir, así que pensé que sería hasta mejor reto para desarrollarlo.<br />
<br />
Para mi gusto (porque lo releí varias veces para dejarlo perfecto para la publicación en aquel concurso) es de mis propios relatos favoritos, tanto por el desarrollo como por el estilo. En la valoración del relato, en aquellos días, me puntuaron con la mitad de la nota asignada a la ortografía (¿?), de modo que, independientemente de los gustos de los jueces (algo sobre lo nunca discutiría), eso me indicó que la cosa no estaba siendo ni muy justa ni muy fiable. Aun así, agradezco el haber participado para haber podido escribir esto.<br />
<br />
Y ahora... que comience la función.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
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<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
El ÚLTIMO TRITÓN</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Esto es lo que sucedió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Las mentes de sus congéneres se
desplomaron sobre él, mientras se impulsaba con poderosos balanceos de su cola
y potentes y largas brazadas de sus brazos, surcados de finas aletas...
Mientras palmeaba desesperado, empujando con las duras membranas de entre sus
dedos todo el agua que se empeñaba en poner entre sí mismo y el cataclismo: una
marea densa y corrosiva de un mejunje anaranjado que se había desplomado desde
las muy lejanas alturas del lecho marino superior, y que se había derramado,
con un peso propio del metal, sobre los aledaños del reino de Ruminae, la
ciudad y mundo de su especie inmortal.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
En las afueras, sí, había caído,
matando a miles de las hembras de tan pequeño tamaño y de tan humanizados
torsos, Sirenas que jugaban salvajes entre ellas y contra otras criaturas de la
fauna abisal, dando allí rienda suelta a su locura natural, que tanto, tanto
tiempo atrás, había buscado en la raza del hombre su más ansiada presa. Así
había sido, hasta que los Tritones las subyugaron, separando de sus mentes esa
idea instintiva de que sus semejantes con piernas de la superficie debían
morir, reflejos absurdos y débiles de ellas mismas, como eran. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Ah, pero el cataclismo no se
había detenido ahí.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
La masa anaranjada siguió cayendo
desde allí arriba, como si fuera infinita, y mientras las Sirenas y otros seres
del mar se deshacían agónicos entre su sustancia, el peso de lo que caía empujó
lo primero que había caído, y pronto las Torres Limítrofes De Las Ardientes
Burbujas vieron apagado su vetusto fulgor esmeralda con el súbito oleaje, que
las barrió como algas sueltas. Las mentes débiles de las Sirenas, que con su
grito de horror y dolor unánime habían alarmado telepáticamente a los Tritones,
no les preparó para la fuerza y velocidad con que esa corrosión se cernió sobre
sus palacios. Algunos de los 247 Inmortales se organizó con otros y mostró una
resistencia de telequinesia que por un tiempo separó la masa de ácido a su
alrededor, mientras veían cómo echaban abajo sus palacios de roca, árboles
marinos y coral, estructuras que llevaban allí eras completas, desde muy poco
después del inicio de la vida. Los focos de resistencia, tan lejanos unos de
otros como incapaces de reunirse atravesando la marea, acabaron por rendirse de
mera debilidad, y sucumbieron, pues nadando a ninguna parte podían llegar al
quedar presos en las burbujas que formaban sus voluntades, burbujas cuyos
techos iban haciéndose más pesados a cada momento, e inmersos en una atmósfera
de agua marina que rápidamente se envenenaba con el ácido que la rodeaba. Otros
ni siquiera tuvieron tiempo de escapar; algunos tuvieron tiempo, pero ni lo
intentaron. Y otros fueron capaces de lanzarse a una carrera de natación por su
supervivencia.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Pero nadie, nadie lo había
logrado. Sólo él, Rakna Lo Sinur, aún se sacudía con furia más allá de las
Torres Limítrofes del otro lado de la ciudad, mientras la cosa ácida le
perseguía, ultimando la destrucción de toda su civilización, engullendo y
desprendiendo del fondo marino enormes pedazos de roca que sobresalían, llenando
con lentitud pero escrúpulo cada cueva, grieta o pequeño recoveco que
encontrara. No tenía dónde refugiarse, sólo nadar, nadar hacia delante sin
detenerse. Y, como se decía al principio, las mentes de sus iguales, las otras
246, fueron llenándole una a una de sus propios padecimientos, sentimientos,
sensaciones, conocimiento, y... ¡poder!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Así fue: Rakna Lo Sinur, tras
unos instantes de debatirse, luchando por mantenerse individual al llenarse de
todas esas almas, recuperó su dominio y asió toda la energía que sobre él se
había diseminado desde las almas muertas de los Tritones, y con ello abrió un
túnel de telequinesia. Allí, en las profundidades que ahora le eran totalmente
negras e invisibles sin los faros de Ruminae, el Tritón separó en dos las aguas
a su alrededor primero, y luego ante sí mismo. Con su nuevo poder se mantuvo
suspendido en el vacío, y se lanzó en levitación a través del túnel hacia
delante, dejando rápidamente muy atrás la masa corrosiva, que seguía avanzando
con la desventaja de ir empujando el mar.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
¿Qué había pasado? ¿De dónde
salía semejante residuo, y por qué? Rakna Lo Sinur sentía que la inesperada
locura le llenaba de ira. No entendía quién ni cómo, pero el disparate de tanta
muerte y destrucción sólo era capaz de entenderlo si era un ataque premeditado.
¿Alguna de las otras razas Inmortales? Tiempo atrás, en los amaneceres de la
raza del hombre, cuyos individuos eran descendientes a partes iguales de todos
los Inmortales, y mientras cada raza Inmortal instruía a su facción a su modo
de entender el mundo, se habían sucedido cruentas guerras, luchas de milenios
en las que el genocidio del hombre y el asesinato de cientos de inmortales se
habían ido sucediendo. Hasta que, en un dramático conflicto que por poco no
había separado el mundo en dos, los hombres de la fortaleza sumergible de
Atlántida, auspiciados por los Tritones, y los de la ciudad espacial Viajero
Del Éter, apoyados por el Portador de Luz y sus Brillos, habían acabado con sus
naciones mutuamente durante lo que se conoció después entre Inmortales como el
Choque De Relatividades. El destrozo y sus efectos se propagaron por la propia
Tierra y parte del espacio de tal manera, que desde ese momento toda raza
Inmortal depuso toda intención de conflicto, pues aterrados quedaron del
alcance de su poder en manos del hombre.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Pero claro, todo eso había sido
decenas de milenios antes. ¿Era posible que un viejo rencor hubiera provocado
la muerte de toda su raza? Tenía que averiguarlo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Y... esto es lo que sucedió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Rakna Lo Sinur abrió el mar
verticalmente, desde el fondo hasta la superficie. Un sumidero circular de
decenas de kilómetros que se abría con la fuerza repulsiva de su mente. Y se
alzó, dirigió sus ojos negros y brillantes hacia arriba, ciego aún en aquellas
oscuras profundidades, alcanzando poco a poco a ver algo de luz según ascendía.
Pero... Algo estaba mal.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
A esas horas, la luz del día
debería estar haciendo brillar la superficie del océano que, en esas regiones,
tenía que extenderse miles de kilómetros en todas direcciones. Pero en lugar de
eso, a duras penas unos recovecos abiertos aleatoriamente a lo largo y ancho de
una enorme sombra dejaban pasar una luz rojiza y mortecina, como si el sol
estuviera sufriendo una suerte de extraño ocaso en un imposible horizonte en
mitad del cielo. Al acercarse más, creyó saber que hacia lo que se estaba
dirigiendo era algún tipo de superficie artificial. ¿Un gigantesco navío?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Dejó de empujar el mar, que llenó
brutalmente de nuevo el hueco que había creado, y nadó veloz junto al techo
metálico, examinándolo. No comprendía cómo, pero la superficie de algún modo se
movía como una lenta y densa capa de diminutos y repugnantes insectos, y
parecía crecer por sí misma en aquellos bordes que eran los agujeros que aún
dejaban pasar la luz. Formaban, sus pequeñísimas partes, un manto denso de
varios metros de grosor, sólo posible con un número infinito de esas pequeñas
criaturas metálicas sujetándose entre sí y creando nuevas a partir de pequeños
pedazos de material que traían otras desde largas cadenas. Eran como insectos
mecánicos, pero sin ojos, antenas o alas, sólo pequeños cilios del tamaño de un
meñique humano que se movían y trabajaban manoseándose entre ellos con los
pelitos retráctiles que salpicaban sus superficies por entero. En su vida de Inmortal
había visto, antes del Choque De Relatividades, toda clase de ingenios
mecánicos, algunos de los cuales su raza de Tritones había creado expresamente
para el hombre y las Guerras Inmortales. Pero aquellos seres, provistos de tal
cualidad de vida, realmente sobrepasaban con mucho los límites de su
imaginación. ¿Máquinas vivientes? ¿Podía ser posible? Evolución artificial que
imitaba la natural...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
No lo creía. Y se decidió. Con
cierto presentimiento de tragedia, se dio impulso fuertemente con su cola hacia
el fondo durante un momento, y acto seguido ascendió directamente contra uno de
los agujeros entre la superficie de insectos. La luz roja de más allá del agua
hacía verse la superficie como un mar de sangre. Pero, furioso, arreció el
impulso y se estrelló contra ella. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Y... esto... es lo que sucedió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Rakna Lo Sinur salió despedido
del agua varias decenas de metros, causando a su alrededor una auténtica
explosión de vapor y salpicadura que incluso sacudió levemente la recia capa de
pequeñas máquinas. Y lo primero que vio fue el aspecto del cielo. El color rojo
pertenecía a las alturas, sí. Pero desde luego que su origen no era el sol.
Aquello que iluminaba ahora el mundo no era luz solar. Otro mar, pero este de
eternas nubes indivisibles y de textura y color pétreos, refulgía en distintas
distancias con el brillo rojo de gigantescos hornos cuyos fuegos estaban
vueltos hacia el mar. Mecanismos circulares de turbinas azules los mantenían
suspendidos en el cielo mientras los recipientes, grandes como ciudades
pequeñas, derramaban el ácido ardiente, que desde allí brillaba como magma
antes de tocar el mar, momento en que levantaban auténticos géiseres de vapor,
tan grandes como sistemas de montañas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
El último Tritón enloqueció de
furia. No era un ataque a su raza, era sin duda una agresión de nivel
planetario. La muerte de todas las criaturas marinas es lo que parecía buscar
ese despropósito, que se repetía interminable mirara hacia donde mirara, tan
lejos como llegaba el horizonte, una vez y otra, separándose la masa de
mecánicos insectos kilómetros entre sí para permitir los crueles vertidos. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Pero acertó a bajar la vista,
casi en el instante mismo en que el agua que había saltado con él caía a su
alrededor y dejaba ver más. Se mantuvo en levitación usando sus poderes, y miró
directamente a los ojos a la locura. Pues allí abajo, trabajando dentro y
alrededor de extrañas máquinas de ocho patas, encontró hinchadas criaturas
humanoides, pero no sabía si eran hombres. Los ojos brillaban rojos tras
cristales que tenían clavados en las caras, y sus cuerpos desnudos eran
abultadas bolsas pálidas y flácidas recorridas de maquinaria que se fundía con
su carne y que no cejaba de sacudirse como inmersa en el frenesí de complicados
sistemas de engranajes internos. Los lugares que debían ser alojo para la boca
y nariz estaban llenos de gruesos tubos que sustituían los dientes y huesos de
las mandíbulas y el tabique nasal. Rakna Lo Sinur, de puro horror, se empeñó en
explorar la mente del monstruo más cercano. Y en verdad era un hombre, pensaba
como tal, pero no con una sola voz. Hablaba a la vez que otros hombres, y
algunos hablaban con él, como él. Todo dentro de su sola mente. Le dolió y tuvo
que salir, pero no sin antes saber muy claramente lo que pensaban de él, el
último Tritón.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
En la mente del hombre máquina,
Rakna se vio a sí mismo, suspendido sobre los hombres y sus vehículos, que se
movían todos a lo largo del suelo de insectos. Allí levitaba su ser, con sus
treinta metros de envergadura desde la cabeza a la cola, totalmente erguido en
el aire como lo haría un humano sobre sus piernas. Y supo que le veían como un
monstruo, al distinguir, sobre los hombros que culminaban su cerúleo y
brillante torso, la cabeza sin orejas ni nariz, pero con ojos negros como los
de un tiburón, y la gran boca sin labios pero llena de pequeños dientes
afilados, muy parecida a la de sus compañeros abisales del desaparecido fondo
del mar...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Y... esto... es... lo que
sucedió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Que un hombre, más lejos, desde
lo alto de una de las máquinas de ocho patas, empezó a gritar. Pues este
hombre, pese a las cualidades mecánicas compartidas con los demás, no tenía la
cara colmada de conducciones, sino que sólo la parte superior de su cabeza
estaba provista de metal. Tenía boca, pero ahí terminaban sus facciones,
plegándosele la carne sobre una suerte de cúpula plateada que era la mitad
superior de su cabeza. Pero de algún modo veía, pese a todo, o quizá lo hacía a
través de los ojos de los demás, usando esas mentes compartidas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
— ¿A qué estáis esperando? ¡Ya me
estáis matando ese monstruo, vamos, abrid fuego, todos, todos, TODOOOOS! —Rugió
el hombre, sacudiéndose de pura ira, derramándosele de entre los dientes denso
aceite oscuro que de algún lugar en su interior esputaba—. ¡MUERTEEEE!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Enseguida, Rakna Lo Sinur se vio
alcanzado por una lluvia infranqueable de pesados proyectiles y haces de luz
azulada. Apenas había tenido tiempo de detenerlos a cierta distancia de sí
mismo usando la telequinesia, y acto seguido pasó a la acción. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Se izó hacia el cielo, dejando
tras de sí una estela de detonaciones que no llegaban a tocarle, y voló veloz,
fijando su atención en las armas más próximas y pesadas. Las máquinas arácnidas
eran una suerte de tanques, y sus morteros soltaban fuego explosivo de
repetición sin apenas pausa. Como mejor opción mantuvo su escudo mental
mientras sobrevolaba las arañas de metal negro y las partía en dos con fieros
manotazos. La sola potencia de sus músculos y proporción bastaban para hundir
las corazas de las máquinas, pero sus garras, además, se hundían en ellas como
lo hacían en agua. Chispas rojas saltaban por todas partes, mientras
sobrevolaba de una a otra de las grandes máquinas, arrancándose con
desequilibrado frenesí en la destrucción, abriendo algunas de par en par bajo
su mirada, y aplastando a los tripulantes del interior bajo sus poderosos
puños. Luego asía a los hombres máquina de alrededor en montones de tres o
cinco en un puño y los aplastaba, saliéndosele de entre los dedos una
desagradable mezcla de entrañas, piezas, óleo y sangre. Esparcía con los restos
de hombres y vehículos un segundo manto sobre la calzada extendida por los
insectos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
El combate se recrudeció cuando
más ejércitos de hombres máquina llegaban a la carrera atropellada desde la
distancia, acompañados de más numerosas arañas mecánicas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
— ¡Muerte, muerte, muerte!
—Gritaba enloquecido aquella especie de jefe o general, subido en lo alto del
lomo de la lejana araña— ¡Maldita sea, traed a los Simios! ¡TRAED LOS SIMIOS,
LOS SIMIOOOOS!</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Loco de indignación y sed de
venganza, Rakna Lo Sinur extendió la garra invisible de su poder y retorció
hacia el cielo las patas de la araña del dirigente. Éstas se torcieron y
resquebrajaron hasta el punto de que se cerraban ya alrededor de su lomo, y de
pronto se partió también el cuerpo mecánico de la araña. Y todo ello, patas y
cuerpo, se doblaron de manera imposible ante los ojos de todos los hombres
máquina, que, siendo capaces aún de sentir estupor, detuvieron el combate y
miraron. Miraron cómo todo eso envolvía y aplastaba a su comandante, cerrando
sus agudos gritos de furia en la forma de unos ahogados quejidos en los que ya
ni se molestaba el hombre en pronunciar palabras.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
La bola de chatarra se comprimió
como lo haría una hoja de papel entre los dedos, pero sin que nada la sujetara,
allí mismo, en el aire, entre el ejército inmóvil de hombres mecánicos, y de
pronto cayó al suelo viviente con un sonido sordo y seco. Cansado del esfuerzo
mental, Rakna Lo Sinur exploró de nuevo la mente de un hombre cualquiera, y
allí oyó de nuevo el rumor de todos ellos:</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
“Ha matado al Pretor
Ruddenskjrik/ La lucha debe continuar/Hay que matarlo/Los Simios podrán con
él/Sí/Los Simios/Fuego/Debemos disparar/Abrir fuego/Ahora/Tiempo/Vienen los
Simios”</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
El cansancio le dejó indefenso en
el momento de la reanudación de los disparos, y varias heridas se abrieron a lo
largo de su torso sin escamas. Por el contrario, su cola soportó mejor el fuego
de energía y aprovechó esa ventaja para retorcerse en el aire y barrer decenas
de soldados de un coletazo, y a docenas más de otro. Sentía que el poder de las
almas de sus hermanos Tritones le abandonaba. Su concentración ya casi no
bastaba para hacerle levitar. Sólo quería matar a cuantos pudiera de esos seres
degenerados. Arrasar con todos ellos, si la vida le duraba lo suficiente...
Pero... Si miraba hacia el horizonte, al infinito hacia el que se extendía el
suelo artificial y viviente sobre el mar natural y cada vez más inerte, los
hombres máquina se repetían eternamente haciéndose cada vez más numerosos a su
alrededor, buscando unir fuerzas en los disparos que salían de sus pesados
cañones de energía.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Rakna Lo Sinur no podía levitar
más, y avanzó a ninguna parte reptando sobre su cola y usando los brazos para
impulsarse, saltando de cuando en cuando y aplastando a grupos enteros de
artilleros, volcando a golpes de hombro y manotazos las arañas tanque, lanzando
cuerpos unos sobre otros como quien coge unos meros guijarros. Las heridas ya
traspasaban en muchas partes la gruesa carne musculosa, y sangraban. Pero el
dolor sólo acrecentaba la rabia. Porque si perdía paulatinamente la energía de
los Tritones, no así sus recuerdos y dolor en el momento de la muerte, y esas
amargas sensaciones impulsaban su lucha. Pero, de pronto, un rítmico sonido,
varios en realidad, atrajeron su atención. Y su asombro ante esa suerte de
truenos que sacudían con sus golpes el suelo artificial bajo su cuerpo, aún
creció más ante la algarabía de celebración de los hombres máquina que un
segundo antes le estaban combatiendo con una total falta de miedo. Todos
alzaban los brazos y sacudían sus infames cuerpos abultados, mientras un rumor
o gemido salía de sus interiores, como simulando una voz de alegría. Sonaban
como miles de angustiados bebés que se estuvieran ahogando, a pesar de todo,
como si esa forma degenerada de los seres humanos no supiera ni darle el sonido
que se merece a la alegría, de tan pervertida que ya estaba su naturaleza.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Alzó la mirada de entre esa
muchedumbre y vio lo que celebraban. La llegada de los Simios. Grandes máquinas
bípedas, tan negras como las arañas, y seguramente también tripuladas, que se
alzaban decenas de metros sobre patas articuladas de tres dedos. Sus cuerpos
eran la simple forma de una amplia esfera sobre la que se situaba otra un
cuarto más pequeña, y la masa gruesa, larga y tremendamente recargada de los
brazos realmente les hacían parecer unos gorilas gigantes. Las monstruosidades
mecánicas no esperaron a encontrarse con él en batalla y lanzaron, desde los
electrodos unidos a sus pinzas prensiles, largos haces de energía roja. Rakna
Lo Sinur sintió calambres a lo largo de todo su ser y se retorció a trompicones
sobre los hombres, matando a buena cantidad de ellos sin proponérselo siquiera,
mientras las máquinas se cernían sobre él disparando relámpagos escarlata.
Siguieron acercándose sin darle cuartel, primero dos, luego cinco, al final
seis de ellas. Y entonces entre todas alargaron sus grandes y potentes pinzas
de carga y cada cual cogió una extremidad o aleta del cuerpo del Tritón. Y
tiraron, y tiraron. Cada máquina en una dirección. Y al tiempo todos los
hombres abrieron fuego. Y la carne y el hueso y la entraña y, por extensión, el
alma de Rakna Lo Sinur, se partieron todos en mil pedazos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Y él, al final, se maldijo a sí mismo
y a todas las razas de Inmortales, allá donde estuvieran, al comprender que
ellos, todos, habían dado forma y propiciado la perpetuación de la especie del
hombre. Porque, pese a ausentarse de su historia y retirar todo poder Inmortal
de su conocimiento, el hombre había desarrollado poderes nuevos, y más
terribles. Y el hombre había tomado el lugar de la Muerte en el universo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
Y... esto... es... lo... que
sucedió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-indent: 18.0pt;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center; text-indent: 18.0pt;">
FIN</div>
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<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
</span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzUi5RJVPow8Sdqf7nhIqeBQUmvMFOhc38OY3hs1TR40MRqXl43N7YXqUHibMpwhhllf0bnSK5ahvdHPeGX8RVDIkph1QanYSnm3qQ6rt6Tns5IC4e0IygLpW55Ih6Ejj0HzdyAMr8L8vQ/s1600/Portada+el+polvo+de+los+muertos+vivientes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzUi5RJVPow8Sdqf7nhIqeBQUmvMFOhc38OY3hs1TR40MRqXl43N7YXqUHibMpwhhllf0bnSK5ahvdHPeGX8RVDIkph1QanYSnm3qQ6rt6Tns5IC4e0IygLpW55Ih6Ejj0HzdyAMr8L8vQ/s320/Portada+el+polvo+de+los+muertos+vivientes.jpg" width="213" /></span></a></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Bueno, quiero re-inaugurar este blog con la publicación del relato que resultó ser censurado por Wattpad a razón de las denuncias de algún o algunos usuarios... Es irónico que lo redacté pensando no sólo en realizar una historia de acción y erotismo salpicada de abundante gore, si no también buscando retratar la hipocresía, maleabilidad, y la capacidad de violencia y salvajismo, y de sentido de doble moral que llevan dirigiendo a la especie humana de esta misma guisa desde su origen, sin duda alguna. No es una sátira, aunque mi colega y amiga María Larralde insiste en que lo es (supongo que como género quizá encaje en esa categoría). El caso es que retraté a la gente como realmente es, y las reacciones suscitadas en Wattpad son la prueba de que lo escrito en el relato, aunque no haya pasado nunca, es totalmente verídico. Porque como escribí en un comentario ya desaparecido: así sois... Así es.</span></span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">El relato traspasó la línea entre lo ficticio y lo real como nunca hubiera esperado, y como muchas veces intento hacer sin tanto éxito: los usuarios de Wattpad vengaron a Catapelsky.</span></span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Por cierto, el origen de la creación de este relato fue una conversación con la misma María Larralde, quien me retó a desarrollar la idea que es también el título... Personalmente, estoy satisfecho. </span></span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">El espectacular dibujo de la portada es del artista Jun-Oh:</span></span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">https://www.facebook.com/JuNXOH?fref=ts</span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Y ahora... Que comience la función.</span></span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
</span><br />
<div style="text-align: center;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
<i><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Para María Larralde...</span></i><br />
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><i><br /></i>
<i>Y ahora, que comience la función...</i></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
</span><br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">EL POLVO DE LOS MUERTOS VIVIENTES</span><br />
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
</span><br />
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y eso que sólo era la segunda edición. La segunda temporada del programa-concurso “Apocalipsis Zombi” estaba resultando ser todo lo impactante, espectacular, dramática e intrigante que nunca jamás había llegado a ser cualquier otro producto televisivo. Tras la ampliación a 23 distritos del terreno de juego que se había tenido que proyectar a partir de la fuga de infectados durante las labores de mantenimiento tras la primera temporada, los organizadores habían temido que el inmenso laberinto de calles infestadas de zombis resultara en un desarrollo disperso, lento, aburrido y por lo tanto muy poco conveniente para mantener las audiencias del nuevo año, por mucho que el número de participantes se hubiera incrementado de los 20 del programa debut a los 56 del nuevo y obligado formato. Pero... ¡para nada!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Así había sido: la cosa no había tardado en ponerse interesante cuando todo el grupo de supervivientes había convertido la convivencia con un único miembro en especial en todo objeto de controversia. El joven voluntario de 21 años, con síndrome de Down, David Catapelsky, fue señalado enseguida como primer prescindible de aquella edición al hacer perder al equipo la prueba quincenal, privándolos a todos de la tan necesaria entrega de víveres y armas. La cosa no había mejorado mucho cuando había olvidado situar en su sitio el percutor de una pistola que él mismo había limpiado durante su turno, provocando con ese descuido que tres miembros de la partida que había salido a recuperar alimento y equipo fuera del refugio perdieran la vida de espantosa manera durante un encarnizado enfrentamiento contra una multitud de muertos vivientes. El hambre y el terror habían apretado, y el grupo se había visto obligado a dividirse después de que estallaran varias batallas campales dentro del mismo refugio (un gran centro escolar, convenientemente reforzado por el equipo de arquitectos e ingenieros del programa a tales efectos). Las muertes se sucedieron, y el joven Catapelsky fue finalmente secuestrado por el bando que le consideraba un auténtico lastre, así como el verdadero y único culpable de los sucesivos desastres que diezmaban a los voluntarios participantes uno tras otro, jornada a jornada...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">La audiencia sufrió un repunte sin precedentes aquellos días. El programa ya era el más exitoso y con más proyección de patrocinadores de la historia de cualquier clase de entretenimiento audiovisual, en gran medida por la audacia de la idea, por la personalidad de los voluntarios (cuidadosamente seleccionados por su carácter y atributos) y por el alarde tanto logístico como tecnológico del formato, con la implicación del desarrollo, mediante el contrato con tres diferentes farmacéuticas, del patógeno que hacía posibles y reales a los tan recurrentes y morbosos zombis que las viejas películas gore de acción de los cincuenta años anteriores habían hecho tan populares...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">También, la planificación del espacio, desalojando y recolocando, mediante acuerdos con el ayuntamiento y el gobierno, hasta a un quinto de la población de aquella cosmopolita y concurrida ciudad, para diseminar por los distritos concertados la legión de aproximadamente veinte mil muertos vivientes que debían servir como ancho mar muerto para los náufragos participantes; la instalación, mantenimiento y control de los cerca de siete mil cámaras que permitían inspeccionar hasta los más perdidos y oscuros callejones de los distritos, y el trabajo de edición, en el que se abusaba de un sencillo y espectacular efecto de zoom digital durante las discusiones entre los participantes y, sobre todo, durante las ejecuciones de zombis o las dramáticas muertes a manos de los mismos muertos caníbales de los perdedores del día... Todo el mundo podía ver en su casa, en alta definición y con un efecto de violenta aproximación, como si les lanzaran desde su propio sofá contra las imágenes, cómo los huesos, las vísceras, los sesos, y, en definitiva, las mismas sensaciones, eran removidos con violencia de sus continentes a todas horas, con la consecución durante todo el día de repetitivas pero exitosas moviolas para todo aquel que se lo hubiera perdido o para quien simplemente necesitara recrearse en alguna escena en particular... En realidad, el programa era el mejor producto de entretenimiento de la historia por una sencilla razón: ¡porque no podía ser de otro modo!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y como se venía diciendo, la audiencia aumentó a cotas que nadie hubiera sido capaz de proyectar, cuando, en mitad del momento de más hambruna y resentimiento, el grupo que veía en el pobre David Catapelsky al desencadenante del funesto desarrollo del programa (ya con él recién sustraído de entre la protección de los supervivientes que aún le consideraban un compañero) lo sometió a un multitudinario linchamiento del que las cámaras dieron testimonio con un nivel de detalle propio de la medicina forense, a plena luz del mediodía, a la hora de comer, y en directo para todo el mundo en sus casas.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Lo primero que le había ido cayendo al joven mongólico no había pasado de unas largas series de collejas y bofetones acompañados de fuertes tirones que le habían ido desgarrando y finalmente arrancado progresivamente toda la ropa. Pronto, los más violentos pasaron a soltarle desmedidas patadas a los vacilantes y grasientos glúteos, así como contra su hinchado vientre, mientras él rebotaba de aquí para allá entre todos los rabiosos concursantes, con sus sucias zapatillas deportivas como toda protección ambiental proveyéndole de cierta estabilidad en sus trompicones sobre el asfalto de la cancha de baloncesto de aquel patio. El joven Catapelsky, reacio a los maltratos, había soltado algún que otro empujón e incluso acertado a apuñetear algún rostro en su confusión, pero su deseo de defenderse, su resistencia, no hizo más que enardecer a sus acosadores, y enseguida empezaron a caerle golpes con palos y sillas plegables lanzadas de manera más o menos malintencionada. El grupo empezó a celebrar la paliza, y todos pasaron a comportarse como verdaderos animales. Catapelsky ya lloraba y apenas reptaba a cuatro patas, con toda su piel enrojecida e incluso hinchada, y empezando a amoratársele de los multitudinarios golpes. Ante la mirada horrorizada, escandalizada, eufórica o emocionada pero, sobre todo, atenta de la creciente audiencia de ese día, a esa hora, el joven con síndrome de Down fue sodomizado brutalmente por los más salvajes de los desatados concursantes, mientras el resto seguían apaleando su cabeza apretada bajo sus regordetes y cortos brazos. Antes incluso de que terminaran los turnos para la violación, otros integrantes del grupo habían ido preparando una improvisada pero funcional barbacoa en la que apenas una hora después empezaron a cocinar vivo al valiente Catapelsky.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">A raíz de eso, los directivos del programa, sabiendo muy bien cómo dirigir las pasiones de sus telespectadores, no tardaron en lanzar una campaña de donaciones a través de SMS, llamada telefónica y por Internet, que resultó ser todo un éxito. La campaña se llamó “Venguemos a Catapelsky”, y consistía en una reunión de fondos especialmente dedicada a proveer de armas avanzadas a los excompañeros y protectores en vida de David Catapelsky, para así vengar no sólo dicha muerte, si no las otras cuatro provocadas por la lucha entre los dos grupos. De este modo, aún subió más la audiencia, varias unidades más, por increíble que fuera. Era como si todas aquellas personas sin televisor se hubieran comprado uno para poder ver el programa. Y el día señalado para la venganza, de nuevo la audiencia reventó los propios registros récord del programa...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">El equipo de operativos y directores del formato dieron el todo aquel día, proporcionándoles a los telespectadores el mejor directo de la historia de la televisión, con un seguimiento y planificación de edición en vivo totalmente innovadores e insuperables. Aquel día, poco más de una decena de participantes se enfrentaron a cerca de treinta, y la audiencia pudo deleitarse en la consumación de la justa, deseada, y espectacular venganza... Los excompañeros de Catapelsky salieron de sus patéticas barricadas en un rincón del patio trasero del centro escolar armados con fusiles automáticos, ametralladoras y escopetas, mientras que sus rivales apenas disponían de cinco pistolas y toda una variedad de armas contundentes, algunas proporcionadas a lo largo del programa como premio junto a las de fuego, otras improvisadas con lo que bien habían podido recuperar del exterior invadido por los muertos vivientes... </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">La gente siguió con avidez y creciente emoción la batalla. Los asesinos de Catapelsky, aterrorizados ante la muerte segura que se les acercaba a tranquilo paso sin dejar de disparar, habían ido retrocediendo hasta llegar a buscar refugio por el interior del centro escolar, el cual apenas era utilizado para dormir durante las frescas noches y poco más. Allí dentro pudieron presentar una mejor resistencia, pero por breve tiempo. Los directores del concurso habían proporcionado tanto munición de sobra como granadas de mano a mansalva a los ejecutores de la venganza, de modo que pronto atacaron en sus sofocantes refugios a aquellos que de algún modo se mantenían a salvo dentro de las aulas y pasillos, y cuando el humo y el polvo se disiparon, pudieron entrar a rematar con violentas maneras a los tullidos y ensangrentados supervivientes de la masacre, que, o bien se arrastraban ciegos de confusión y miedo, o languidecían ante las cámaras durante lastimeras súplicas. Las muertes fueron rápidas, pero tan expeditivas que ningún seguidor de los miles de millones que tenía el programa alrededor del mundo habría sido capaz de no expresar su satisfacción sin una incontenible y nerviosa sonrisa de emoción...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Obviamente el concurso no terminó ahí. El número de participantes se había reducido drásticamente en sólo un día de lucha, pero seguían adelante dentro de su cruzada por la supervivencia. Los directores sabían que no podían dejar que el resto del programa transcurriera durante un relajado recuento de las provisiones (que repentinamente eran más que suficientes para los que quedaban), y que los participantes restantes demoraran sus escarceos por el exterior de su recinto a cuenta de que no tenían ninguna pronta necesidad. Y, aun sabiendo de antemano que no podrían mantener los niveles de audiencia como durante todo el asunto sobre David Catapelsky, establecieron que los ganadores de la batalla debían aprovechar su nuevo armamento y recién recuperado avituallamiento para practicar un éxodo. La directiva del programa comunicó a los participantes, así como a los espectadores, que las puertas y vallas del recinto escolar serían voladas eventualmente por cargas explosivas disparadas desde helicópteros, y que la única manera de ganar en el programa (y por tanto, sobrevivir), era recorrer la ciudad entre los zombis hasta la parte más alejada del muro de veinte metros de hormigón que cerraba el terreno del concurso: unos 13 distritos de viaje a pie hacia el sudoeste, donde se les esperaría a puertas abiertas con todo un pelotón de fuerzas especiales y apoyo aéreo, más que suficiente para controlar la lenta y torpe muchedumbre zombi.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">De ese modo, el programa afianzó la recién adquirida audiencia, si bien ya pocos seguidores más podía ganar: la segunda temporada estaba siendo todo un fenómeno mundial que era seguido incluso a través de diferentes y múltiples servicios de pago por visión a través de Internet, y hasta pirateado asiduamente en muchas redes sociales clandestinas. La siguiente y, presumiblemente, última prueba de los (así bautizados por los pases de promoción de la propia cadena) “Mártires Catapelsky” era el adecuado clímax dramático para el progreso en el programa de los concursantes supervivientes, quienes habían posicionado su moralidad y humanidad antes que su propio bienestar, quienes habían visto malograda toda su buena intención de defender al perdido David, y quienes habían tenido que soltar a su propia bestia interior tanto en previsión de un ataque asesino del grupo más grande, como por el mismo deseo de venganza...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Así fue que el éxodo de los “Mártires Catapelsky” dio comienzo. Los supervivientes no tuvieron muchas dificultades para limpiar la parte delantera del centro escolar, abriendo enseguida una brecha entre los muertos vivientes que les permitiría alejarse con seguridad y rapidez del refugio. Los trece supervivientes habían salido organizados, preparando una estructura de movimiento en la que los más fuertes y mejor armados protegían a los más débiles, quienes llevaban las escopetas (más efectivas a distancias cortas), el grueso de la munición para todas las armas, y las granadas de mano restantes. Todos los víveres habían sido repartidos en cantidades ligeras e individuales en la mochila de cada concursante, contando con comida y agua para, como mucho, dos días (no calculaban vivir mucho más si fracasaban, ni el viaje duraría tanto, si tenían éxito), de modo que podían moverse con soltura y precisión. Recorrieron prestos más de la mitad de los distritos, abriéndose camino por las calles principales, avanzando a toda velocidad, mientras los muertos vivientes de otras zonas iban cerrándoles el camino ya recorrido en una lenta procesión, siguiendo el sonido de los disparos y explosiones. Lo que hasta entonces había resultado un avance más o menos sencillo entre una dispersa cantidad de zombis, se había ido volviendo de manera progresiva e imperceptible una cada vez más densa y continua refriega contra una masa de cadáveres caníbales que se agolpaba desde otros distritos atraídos por el único sonido que recorría todas las calles (además del de sus renqueantes y secas gargantas, por supuesto): el sonido de la misma batalla, que se recrudecía por momentos.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Pronto, el grupo se vio tan superado de blancos por abatir, que tuvo que detener su avance para dedicarse a la ejecución de los muertos vivientes. Volaron granadas por los aires, que al estallar lanzaban tripas y miembros, y cuerpos enteros incluso, por todas partes. La labor de edición de esa jornada estaba resultando en el mejor clímax jamás rodado en cámara, probablemente imposible de superar aquella dramática debacle, el terrible fin que esperaba a los “Mártires Catapelsky”. Algunos supervivientes rompieron la formación e intentaron salir huyendo por callejones, sólo para descubrir que en ellos se agolpaban unos contra otros, e incluso unos sobre otros, los zombis, que con sus brazos extendidos y sus caras secas pero anhelantes, buscaban el calor y humedad de aquellos cuerpos rosados que se agitaban alocados. Se echaban sobre los concursantes como una lenta y sensual marea de deseo, desparramándose sobre ellos, tan sobrepasados, y acertando apenas unos pocos a mordisquear algo de su carne mientras más muertos se echaban sobre los primeros, y alrededor, sumiendo a sus víctimas en una pesadilla de dolor insufrible y agónica asfixia.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y los que habían mantenido sus posiciones se vieron rápidamente cercados por la segura peste que traían consigo los miles de zombis, pues sus alientos mismos parecían haberles sido arrebatados momentos antes de llegar a ser zarandeados por la infinidad de manos rígidas y descarnadas dentaduras que se sacudían en espasmódicos mordiscos incluso en el vacío, dejando alguno la lucha antes siquiera de quedarse sin munición, uno que otro volándose él mismo la cabeza con su arma de fuego... Pero, ¡un momento! Un par de los supervivientes se habían conseguido escabullir hacia un lado de la calle, y, empujando y apaleando a los muertos que les cerraban el paso, habían logrado pasar al interior de una vieja ferretería, tras echar abajo la puerta principal con una potente embestida. Las cámaras no podían filmar el interior, pero, sin duda, encontraron rápidamente algo con lo que bloquear la entrada, pues lo que parecía la parte trasera de una pesada estantería ocupó el oscuro espacio que desde fuera podían escudriñar los seguidores del programa... Y quizá por su propio peso, quizá debido a la torcida posición, de alguna manera impedía a los muertos vivientes abrirse paso al improvisado refugio de los dos supervivientes...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Con el resto de los concursantes ya muertos, pero aún retransmitiéndose en una esquina de la pantalla su destripe y mutilación a manos de los zombis, aparecieron en directo los dos presentadores del programa, Mazaias Tergara y Salvador Nisce. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Vaya, vaya, pareciera que el programa de este año sea una inacabable serie de sorpresas! —exclamó Mazaias para la cámara, agitándose completamente como nervioso, de pies a cabeza, dentro de su traje azul rematado con corbata roja. Su rubio y recio tupé se zarandeó de tal manera que unos pocos pelos se desprendieron de su lacado y bailotearon sobre su frente. Parecía un cocainómano vibrando durante el momento álgido de su colocón... y probablemente así fuera—. ¡Acabamos de ver cómo Shaun Spencer derribaba esa puerta como si de una lámina de papel se tratara, llevándose consigo a la joven Karen Anvel, sin duda salvándola a ella de una terrible muerte que por sí misma no sería capaz jamás de evitar! ¿Verdad Sal?</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Así es, Mazaias, así es... —aseveró mucho más tranquilo su compañero, vestido, como siempre, del mismo modo, pero luciendo un pulcro peinado rapado que parecía reafirmar su estabilidad emocional más allá de una mera pose ante la cámara. Se volvió hacia los telespectadores, como había hecho el mismo Mazaias poco antes, y continuó el discurso, mientras distintas tomas del holocausto caníbal de los muertos se desarrollaba detrás de ellos—. Shaun Spencer, ex jugador de fútbol americano, de 47 años, retirado, y Karen Anvel, estudiante de 18 años, parecen ser ahora los únicos concursantes de Apocalipsis Zombi, pero... Improbablemente serán ganadores, ¡salvo que ocurra un milagro!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Claaaaaro que sí, amigo —siguió Mazaias, volviendo a menear frenéticamente su deshecho tupé—. ¡Por el amor de una madre, joder, es que esto es increíble! ¡Menudo final para los “Mártires Catapelsky”! Acabamos de presenciar una apoteósica batalla desesperada contra el destino... La fuerza de la voluntad humana, la determinación del corazón de cada uno de nuestros concursantes, de nuestros MEJORES CONCURSANTES, enfrentándose a la misma muerte encarnada en los vacíos ojos y ávidas bocas llenas de podridos dientes de miles de PUTOS ZOMBIS.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Putos zombis! —interrumpió Salvador, socarrón—. ¿Crees que alguno de los perdedores de hoy habrá tenido la frialdad de pensar eso siquiera? ¿¡Putos zombis!? ¡Se me van a comer, los putos zombis!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Lo dudo mucho, Sal, viejo amigo —añadió sonriendo Mazaias—. Supongo que yo, en su lugar, estaría demasiado ocupado en mis últimos momentos apretando bien el culo para no cagarme encima y morir ante las cámaras con algo de puñetera dignidad...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Y ahora... ¿qué podemos esperar de nuestros dos últimos e inesperados héroes? —Empezó a decir más serio Salvador, para la cámara de nuevo, directamente para los seguidores del programa—. Todos sabemos que nunca fueron ni los más hábiles ni los más listos... Shaun Spencer, un portento físico, toda una fuerza de la naturaleza, capaz de aplastar cráneos de zombi con sus propias manos. —Al momento de decir aquello, varias imágenes del mismo Shaun ejecutando zombis a manos desnudas aparecieron a un lado de la pantalla, espectaculares montajes con zoom en alta definición—. Pero un negado como líder o siquiera como resuelto colaborador. Y Karen Anvel, la joven e inútil chiquilla que quería ser famosa de un día para otro, haciendo poco más que desgastar víveres en el refugio y provocar altercados con otras féminas del programa...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Féminas! —Mazaias rió a carcajada suelta, mientras Salvador le miraba complacido—. ¡Oh, por Dios, me encanta esa palabra! Así es, Sal, de todos modos. ¿Qué cojones podemos esperar de estos dos energúmenos, sobre todo tras los espectaculares y dramáticos sucesos de estas últimas cuatro semanas? En mi opinión, cuanto queda por hacer aquí, es sentarse, relajarse, y esperar que esos putos zombis hijos de puta se los coman cuanto antes y de la más ridícula de las maneras. Estaremos atentos, proyectando para ustedes en miniatura el asedio zombi al refugio de los últimos de los “Mártires Catapelsky”, mientras volvemos a ofrecerles las mejores secuencias de toda la aventura que ha sido hasta ahora... </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y ambos presentadores nombraron al unísono el nombre del programa.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—... ¡Apocalipsis Zombi!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y corte para publicidad.</span></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<span id="docs-internal-guid-bb2c4114-7fff-088d-d69b-7ee48af811af" style="color: white; font-family: inherit;"></span><br />
<div style="text-align: left;">
<span id="docs-internal-guid-bb2c4114-7fff-088d-d69b-7ee48af811af"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<span id="docs-internal-guid-bb2c4114-7fff-088d-d69b-7ee48af811af" style="color: white; font-family: inherit;">
</span><br />
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Joder tío, no quiero morir! ¡No quiero morir así, tío! ¡Que todavía soy virgen!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡¿Qué?! —exclamó distraído su compañero, revolviendo entre las cajas y cajones de las estanterías de la ferretería.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Que todavía soy virgen, tío! </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun Spencer dejó un instante el jaleo que estaba organizando con todos aquellos trastos, y la miró de arriba a abajo. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Qué coño vas a ser virgen tú? Esos escotes, esos diminutos shorts... Antes de que el mongólico cabreara a todo el mundo, parecías no querer otra cosa que un puto rabo entre tus piernas... tú... ¡como te llames!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Pues claro, tío! —repuso ella, cambiando el peso de su cuerpo de pierna, mientras se cruzaba de brazos, en un gesto muy propio de las jóvenes de su raza—. ¡Joder, yo esperaba hacerme una superestrella siendo la primera chica en perder la virginidad en directo en Apocalipsis Zombi, habría sido famosa para siempre, de conseguirlo, joder!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Vaya tela... —susurró Shaun, pero lo bastante alto para que ella le oyera por encima de los golpeteos y jadeos de los zombis al otro lado de las polvorientas lunas del local.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Anda el viejo! —chilló la joven, abriendo mucho los ojos, pareciendo que se le iban a salir las blancas esferas de las cuencas para rebotar por el suelo. Relinchando con sus gruesos labios una especie de suspiro de desprecio, siguió hablando—: Tú estás aquí por amor al arte, ¿no?</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Pues necesitaba dinero... ¡y rápido! Debo mucha pasta a gente muy mala, y si no la consigo en lo que dura el programa, estoy mejor en el estómago de estos hijoputas —explicó escuetamente, señalando hacia los zombis del exterior con una sacudida del mentón.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Vamos a morir, ¿no? —preguntó despacio la joven, sin querer volverse hacia las borrosas siluetas de los muertos vivientes, que hacían rechinar uñas y dientes contra el cristal.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Supongo, hija... </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Hummm, ¿por eso me has salvado, porque te recuerdo a tu hija? —dijo de repente Karen poniendo su negra mano sobre la muchísimo más grande y blanca de Shaun, en el mostrador del dependiente, con un tono meloso... demasiado meloso.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Qué? ¡Era una forma de hablar! ¡No! No tengo hijos ni nada, nunca me casé... Ese rollo no me va. Joder, sólo quería ayudar a alguien, supongo que estabas más cerca que cualquier otro... No sé para qué ha servido.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Sabes? No quiero morir virgen, tío... —sentenció ella acercándose a él, buscando premeditadamente la cercanía y ser capaz de oler su sudor, y a ser posible, llegar a hacerle sentir a él el suyo propio.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Sí, ya te oí antes, hija... ¿oye, qué haces?</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Me llamo Karen, tronco. —Le susurró ella, acercando sus oscuros labios a los suyos y haciéndolos chocar brevemente, impregnándoselos de la humedad de su saliva.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Yo... yo Shaun... —tartamudeó él, en un pequeño momento que ella dejó pasar antes de volver a estamparle sus labios e intentar hundirle la lengua.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Él se dejó embargar por un momento por el repentino deseo que ella exudaba... Prácticamente era algo físico, un aura, dentro de la que él mismo se encontraba y de la que se veía poseído. Abrazó con sus grandes y musculosos brazos la pequeña y delgada figura, primero atrapándola contra sí a la altura de la espalda, mientras aspiraba y chupaba la lengua que ella le ofrecía, restregando sus labios, secos poco antes de sed y sofoco, pero ahora húmedos y tiernos por la saliva que ella segregaba abundantemente. Bebió de ella, de su boca, sintiéndose saciado de muchas maneras distintas, mientras sus manos relajaban su abrazo para bajar hasta la cintura y seguir la curva de las generosas nalgas tiernas de la negra, envueltas en los ajustados vaqueros sin perneras. Ahí de nuevo la apretó con ganas, sus dedos hundiéndose en los glúteos, y levantándola hacia sí, para llevarla a su altura, mientras tiraba ligeramente con cada brazo por su lado correspondiente, como si quisiera abrir a la chica por la mitad.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Aquel movimiento la excitó sobre manera. No sólo notó cómo se le habrían de par en par los labios de su sexo al ser izada así, también la salida de su ano la sentía repentinamente ventilada, y unas gotitas de sudor que poco antes se perlaban sobre su piel entre los glúteos vibraron y comenzaron a resbalar en rápida carrera, frías, alrededor y por encima de las pequeñas arrugas de aquel. Se estaba volviendo loca, y se abrazó al cuello de Shaun mientras con las piernas le envolvía por encima de las caderas. Todo eso había pasado en apenas dos segundos, y cuando parecía que ya nada detendría su mutua y explosiva pasión, Shaun abrió mucho los ojos y empujó suavemente la lengua de Karen fuera de su boca, mientras gemía, queriendo darle a entender que quería decir algo. Ella pensó que sólo jugueteaba y rumiaba de goce, así que hizo fuerza y prácticamente le violó la boca hundiéndole casi hasta el gaznate su lengua. Tentado estuvo de dejarlo correr y seguirle la corriente a la joven, pero no, quizá aquello mismo les permitiera salir con vida del concurso, y debían intentar utilizarlo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">La dejó caer sentada sobre el mostrador, dándose media vuelta, y se apartó de ella cogiéndola por los hombros.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Qué pasa? —dijo ella con una increíble cara de pena—. ¿Es que lo hago mal?</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Mal? Joder, Karen, no me puedo creer que nunca hayas tenido sexo antes...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Bueno... esto sí lo tengo hecho, pero no más... —explicó como presumida, mientras abría y cerraba las piernas ahí sentada, mostrándose ansiosa. Su rosada lengua se relamía los oscuros y tiernos labios.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—No es eso, Karen. —La calmó él, acercándose de nuevo, pero no tanto esta vez—. Escucha, cariño, esto mismo, lo que quieres, quizá nos saque de aquí.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Qué? —exclamó con la voz muy aguda, al punto de la carcajada—. ¿Me vas a follar tan fuerte que saldremos volando? Porque si no, no lo entiendo...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—No, piénsalo... Como dices, serás la primera persona en perder la virginidad en Apocalipsis Zombi... bueno, también lo hizo el mongólico, a su manera, pero dudo que eso cuente. —Recordó Shaun, pensativo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Bueno, ¿y qué? Mira este sitio, aquí ni siquiera debe haber cámaras, a no ser que estén muy escondidas. Los zombis acabarán entrando y moriremos... ¡Sólo quiero hacerlo antes de palmarla! —insistió Karen, acariciándole con ambas manos toda la entrepierna.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—No, Karen... Mira. Si les damos un espectáculo digno del recuerdo, si ambos nos convertimos en superestrellas para siempre, como tú dijiste, tendrán que sacarnos con vida, porque se morirán por nosotros, los fans se volverán locos por vernos en los tours de promociones, las entrevistas millonarias se sucederán, el merchandising tendrá un alcance de demanda inimaginable... Yo jugaba al fútbol americano, sé cómo es el puto circo mediático. Nos necesitarán para chupar del bote. Porque seremos leyendas de Apocalipsis Zombi.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—No sé de qué hablas, Shaun, ni siquiera nos quedan armas: ese rifle tuyo, sin balas, y mi machete... ¿Qué...?</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">—Tenemos armas por todas partes, aquí... Y... Ese primer y último polvo que deseas... ¡Sí, lo vamos a echar!</span><span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span></span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">A Karen le brillaron los ojos mientras se le asomaba una ancha sonrisa en la que mostraba la práctica totalidad de sus blancos y perfectos dientes.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Vamos, desnúdate! —La apremió él, empezando a tirar de su camiseta gris de tirantes hacia arriba, sin ningún cuidado, sin dejarla ni bajarse del mostrador. Cuando la dejó en sujetador, él mismo la alzó levemente por la cintura para ayudarla a ponerse de pie en el suelo—. ¡Quítate el sujetador, los pantalones, todo!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Ya va! —Le calmó ella, mientras obedecía, viéndole revolver frenético entre más trastos de la tienda, a un lado—. ¡Vaya, tío, pensaba que ibas a seguir poniéndote tierno!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Eh? ¡Nos pondremos, nos pondremos tiernos, te lo prometo, pero espera, tú desnúdate, maja!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 9pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Maja! —repitió ella en un suspiro, y siguió desvistiéndose.</span></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">El larguísimo corte para publicidad seguía transcurriendo, con un cuarto de la pantalla, en la esquina superior izquierda, mostrando un montaje de las mejores imágenes de toda la violencia cada vez más sangrienta que se había ido desarrollando desde el inicio de esa segunda temporada... Pero, tan pronto como algunos atentos operativos de la sala de control distinguieron que la entrada a la ferretería empezaba de nuevo a abrirse, se interrumpieron de inmediato los comerciales para volver al directo en pantalla completa. Habían pasado unos 30 minutos desde que se habían encerrado en aquel lugar los últimos “Mártires Catapelsky”, y buena parte de los muertos vivientes se habían dispersado de nuevo a lo largo de todas las calles, tras dejar poco más que unos manchurrones sanguinolentos acompañados de trozos de ropa en jirones como restos de todos los perdedores del evento. Apenas una decena de zombis mantenían su atención sobre la ferretería, como incapaces de borrar de sus pútridas retinas el recuerdo de haber visto esconderse ahí a Shaun y Karen. Y precisamente por eso era por lo que, suponía todo el mundo, estarían intentando reanudar el éxodo, que ya se daba por fracasado, sin atisbo de duda...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡No me lo puedo creer! —Empezó a escucharse gritar al presentador Mazaias Tergara, pese a estar totalmente fuera de plano. Lo que se mostraba en todos los televisores era la entrada quedando muy poco a poco despejada—. ¡Atención televidentes, que los dos pendejos se la van a jugar, como no podía ser de otro modo!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Por supuesto, Mazaias —aportó Salvador Nisce—. Los concursantes que seguimos no serían ganadores jamás como no fuera formando piña con supervivientes más preparados... Pero por otra parte, saben a qué juegan, y seguramente darán el todo por el todo hasta terminar destripados miserable y tortuosamen...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Dios de mi vida! ¿PERO ESTO QUÉ ES? —interrumpió Mazaias mientras todo el que seguía el programa podía ver lo que tanto le sorprendía—. ¡¿PERO QUÉ ESTÁ PASANDO, SAL?! ¡¡¿VES LO QUE YO?!!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Efectivamente, Mazaias, lo veo —repuso Salvador, siempre calmado—. Los concursantes Shaun Spencer y Karen Anvel parecen estar totalmente desnudos... y... abrazados sin duda, el uno al otro.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Cállate, Sal, no seas imbécil! ¡Esto no es la puta radio, todo el mundo lo está viendo! —Se escuchó gritar al presentador Mazaias, totalmente desatado, a su compañero—. ¡Joder! ¡¡ESTA ES LA MEJOR EDICIÓN DE APOCALIPSIS ZOMBI QUE VERÁN USTEDES EN SUS VIDAS, HIJOS DE PUTAAAA...!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">El sentido declamo para los telespectadores de Mazaias reforzaba el impacto y espectacularidad de lo que estaban haciendo Shaun y Karen. Con un montaje desde varios ángulos y practicando toda una serie de precisos zooms, las cámaras registraban a ambos totalmente desnudos, de pies a cabeza (excepto Shaun, que aún calzaba sus botas sin calcetines), él llevándola a ella en volandas, sujetándola sin ningún reparo desde las negras, bonitas y pequeñas nalgas desnudas, mientras que ella le abrazaba a él del cuello con sus brazos y de la cintura con sus piernas. Más allá de las muñecas de él se extendían, atados contra la piel de sus antebrazos con lo que parecía abundante cinta de embalar, la oxidada hoja de una sierra más allá del puño derecho, y el mellado filo del machete que antes pertenecía a Karen, desde el izquierdo. Ella tenía envueltas las pantorrillas desde los tobillos hasta los gemelos del mismo modo, pero alargándose sus extremidades más allá de los desnudos pies en la forma de la brillante cabeza de un plateado y gran martillo de uña en la pierna derecha, y con la de la hoja roja y nueva de un pequeña hacha de mano, en la izquierda; incluso cruzada de piernas alrededor de Shaun como estaba, podía hacer mucho daño si éste se ponía a girar sobre sí mismo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Los precisos enfoques de las cámaras mostraron en primer plano para todos que el erecto miembro viril de Shaun se apretaba contra Karen entre sus sudorosas nalgas, como si estuviera proporcionando para los espectadores una medida de hasta dónde podría penetrarla. Y mientras los zombis se separaban con desidia de los sucios cristales de los escaparates del local, y antes siquiera de prestar atención ninguna al peligro que representaban, Shaun miró a Karen a los ojos muy de cerca y asintió con las cejas enarcadas, interrogativo. Ella le miró fijamente y asintió a su vez, con verdadera cara de miedo y prisa, antes de abrazarse aún más fuerte a su cuello y apoyar con fuerza la barbilla contra uno de sus hombros. Cerró los ojos y... Sintió cómo Shaun la alzó levemente, del mismo modo que un rato antes, cuando seguían vestidos, pero haciéndolo aún más rápido y apretándola bien contra él, lo cuál la sorprendía pero no tanto como lo que todos pudieron ver en sus casas.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Lo que se vio en espectacular primer plano en los televisores de todos fue cómo el pene duro y grande del exjugador resbalaba entre los glúteos negros de Karen y repentinamente enfilaba contra su oscura vagina de rojizos matices interiores. El extremo de Shaun empujó tanto sus labios exteriores como interiores, claramente desbordados por el brío y el tamaño de la embestida, y parecía que estaba plegando a la joven hacia su propio interior por un momento, mientras ella gemía con la cara torcida en gesto de dolor, alivio y sorpresa, escapándosele, desde la mitad del grueso labio inferior de su boca, un largo hilo de saliva sobre Shaun, mientras la asaltaban verdaderos deseos de morderle incluso. En la tele se pudo ver cómo el sexo de Shaun se detenía brevemente, mientras parecía que la chica se resistía a dejarse caer sobre él, pero también se notó la presión de sus fuertes brazos por cómo se marcaban los anchos dedos contra las nalgas al empujarla hacia abajo... El pene entró entero, hasta los testículos, de una sentada rápida y seca, y en todo el mundo se escuchó a Karen pasar de gruñir ruidosamente a exhalar a voz en grito, muy abrazada a su compañero. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Estás bien, cariño? —Le dijo él junto al oído, pero lo bastante alto para que ella pudiera entenderle por encima de los jadeos y rugidos de los zombis, y consiguiendo con ello, además, que su voz se captara muy clara desde los micrófonos direccionales de las miles de cámaras.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Oh, joder, sí! ¡Sí estoy bien, pero eso dolió! —Le gritó a su vez, aún apretada de brazos y piernas contra él, que caminaba con ella aún cogida del culo para tomar distancia de los zombis de la ferretería.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Todo el mundo celebró a gritos desde sus casas, en los bares, en las calles, donde fuera que estuvieran viendo el programa, el momento en que ella decía aquello, sin ser capaces de creerse la emoción, el humor, la espectacularidad y la sensualidad explícita de todo lo que estaba pasando ante las cámaras.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Los muertos vivientes del resto de la calle ya les empezaban a prestar atención, quizá por el olor, quizá por su rapidez de movimientos... el caso es que todos los muertos empezaron a acercarse a ellos de una manera lenta, inexorable, pero por el momento gradual. Y Shaun y Karen apretaron el acelerador.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Estira las piernas, Karen, cógete fuerte a mi cuello, sin miedo, yo aguantaré!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Ella obedeció de inmediato, soltando el abrazo de sus piernas alrededor de la cintura de Shaun, pero aún apretando con sus muslos las caderas de él, para mayor seguridad. Él giró sobre sí mismo con soltura, blandiendo sus brazos-espada alrededor, seguidos de las piernas armadas de Karen, y los muertos vivientes caían decapitados o derribados de violentos golpes contra sus cabezas, mientras la pareja no dejaba de avanzar hacia ninguna parte, en realidad buscando Shaun todo el rato la dirección en la que parecía el camino más despejado de la multitud zombi, llevara hacia donde llevara.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Joder tío, me voy a caer! ¡Siento que me fallan las piernas! —dijo Karen, notando temblores dentro de sí, por la excitación de todo el movimiento. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡No pasa nada, cariño! Abrázate, a mí, ¡cruza las piernas, si quieres, pero aguanta!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Ella le hizo caso, abrazándose de nuevo con fuerza a él mientras el orgasmo que el movimiento de la carrera le propiciaba la asaltaba. Sintió cómo se desataba dentro de ella un torrente inesperado, y gritó, mordiéndole por fin a él el hombro, muy cerca de la base del cuello. Los espectadores del programa de cualquier nacionalidad celebraban de nuevo los impresionantes primeros planos en movimiento que mostraban cómo la incolora pero brillante cascada del éxtasis de Karen resbalaba abundante por alrededor del enorme y apretado pene de Shaun, empapándole toda la bolsa escrotal primero, y los muslos y rodillas después, mientras él no dejaba de correr y pelear.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Ahh, joder, hija, Dios de mi vida! —gruñó Shaun, mientras sentía a la pequeña negra sobre él sacudiéndose de puro placer, y casi haciéndole perder el sentido del mismo modo—. ¡Joder contigo, vas a hacer que me corra!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun a duras penas podía ya prestar atención a los zombis, y más que nada intentaba dejarlos atrás mientras los esquivaba caminando poco más rápido de lo que ellos lo hacían. Alterado y distraído por los placenteros espasmos de Karen, tropezó él mismo al arrastrar un pie por el suelo, y empezó a caerse de lado, consiguiendo girar sobre su rodilla derecha dolorosamente para evitarle a la joven el mayor impacto de la caída. A pesar de ello, ella se llevó un buen golpe en su muslo y hombro izquierdos, al soltarse del susto y dejarse caer a plomo junto a él, que había quedado sentado sobre el asfalto con todo el trasero quemándole del roce. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Karen intentó incorporarse rápidamente, pero con las piernas inútiles para caminar por el apaño de aquellas armas en sus pantorrillas, no era capaz. Shaun miró hacia el cielo en ese momento, al escuchar acercándose rápidamente a los helicópteros de las fuerzas especiales del programa. ¡Lo estaban logrando! ¡Estaban consiguiendo su atención, seguramente eran un éxito total con las audiencias, si es que mandaban a los helicópteros a escoltarles...! </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Pero... No. Los cuatro helicópteros empezaron a sobrevolar la calle por la que intentaban escapar, lentamente, como vigilándoles, pero no parecía que hubiera intención ninguna de extraerles, de rescatarles. Esa certeza fue cuanto necesitó Shaun para incorporarse de un salto, con las nalgas rozadas y sangrantes, la piel levantada del abrasivo mordisco del suelo de esa carretera. Se arrancó sin apenas esfuerzo ni apreciación de dolor toda la cinta de embalar que envolvía sus brazos y fijaba a ellos el machete y la sierra dentada... y todavía usó esta última para correr alrededor de Karen, que reptaba lentamente sobre el asfalto, aún dolorida, y deshacerse, de certeros golpes en sus sienes y nucas, de todos los muertos más próximos.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Están ahí! —gritó Karen mientras Shaun hacía todo aquello, mirando hacia los helicópteros, retorciendo el cuello—. ¡Que nos van a sacar, tronco!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Aún no! ¡Aún no harán nada! —le respondió él, tirando lejos de una vez la hoja de sierra, ya bastante doblada e inútil—. ¡Cariño, esto te va a doler, pero puede salvarnos la vida!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡¿Eh?! ¿De qué hablas? —Quiso saber ella, aún a cuatro patas, e intentando ver a Shaun, que le hablaba desde detrás.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Perdona, hija! —gritó él. Y se acercó rápidamente a ella, aún muy excitado pese al dolor de la reciente caída y la furia por sobrevivir que le dominaba... ¡o quizá precisamente gracias a todo ello!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun se escupió en ambas manos varios densos salivazos que enseguida se restregó con fuerza por todo su pene, todavía algo húmedo de los fluidos de Karen, al tiempo que doblaba sus rodillas acercándoselo a ella, a su redondeado y caliente trasero, cuyas nalgas vibraban perladas de sudor mientras se agitaba de miedo ante la visión de los muertos vivientes que les volvían a cercar.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Vienen más muertos, tío! —Le avisó ella sin necesidad, de puro miedo—. ¡¿Qué estás haciendo, dónde estAAAAAAAAAAH...?!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Su tono de interrogación se extendió y aumentó de ese modo en volumen para deleite de todo el internacional público de Apocalipsis Zombi, mientras un complicado plano desde lo alto, con un zoom telescópico de alta definición, dejaba ver cómo el glande viscoso de saliva de Shaun se apretaba impiadoso contra el ano negro y prieto de la pobre Karen, perforándolo sin demora, hundiéndoselo al tiempo que lo abría de par en par, y haciendo pasar el resto de su pene hasta llegar a cerrar con los testículos sobre ella, usando su favorable posición y su peso.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Ahhhh, joder! —gruñó Shaun sobre ella—¡Joder, eso ha sido bueno, chica!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡SÁCAMELA, SÁCAMELA HIJOPUTA! ¡FUERA, SÁCAMELAAA! —gritaba ella, débil y sometida, pero empalada hasta el fondo para su sorpresa y dolor. Sentía como ganas de expulsar una larga mierda que nunca saldría.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Otro plano desde una lejana cámara detrás de ellos mostraba por un momento cómo los apretados testículos de Shaun se aplastaban contra el fondo entre las nalgas de la joven y pequeña negra, mientras su pequeño coño parecía convulsionar, casi como si estuviera a punto de explotar por el excesivo relleno en el recto. Todo el mundo lo veía en sus casas, y por primera vez en todo el tiempo desde que los últimos de los “Mártires Catapelsky” reiniciaran su imposible éxodo, el programa abrió plano hacia los dos presentadores, mientras detrás de ellos el fondo ponía entre ellos el detalle de la sodomización de Karen, quien no paraba de gritar, para hilaridad de muchos espectadores.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Maldita sea, amigos! ¡Miren esto, MIREN ESTO! —gritaba Mazaias para la cámara, señalando a la imagen tras él, y mirando a su compañero—. ¡Joder, Sal, ¿ves esto?! ¡¿ESTÁS VIENDO ESTO, POR EL AMOR DE DIOS?!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Sí, sí Mazaias, lo veo como todos... —tartamudeaba Salvador, evidentemente incómodo, pero siguiéndole como podía la corriente. Tenía las manos entrelazadas delante de su entrepierna, y seguramente estuviera sufriendo una erección.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Maldita sea, damas y caballeros! —continuó el del tupé, haciéndolo bailar en alocadas convulsiones de emoción—. Si no fuera porque estoy muerto por dentro, si no fuera porque las putas drogas me han jodido la polla para siempre, si mi alma fuera capaz de emocionarse realmente y no sólo tuviera que imitar que así es delante de una cámara, ¡les aseguro que ahora mismo tendría una ERECCIÓN DE LA PUTA MI MADRE! —gritó desatado, haciendo que el planeta entero se tronchara de la risa de incredulidad, no sólo ante lo que pasaba en el concurso, si no por la actitud psicótica de Mazaias Tergara. Empezó a señalarse la entrepierna mientras la agitaba hacia la cámara como si se follara algo diminuto entre sus palmas—. ¡Aquí mismo, aquí, donde les señalo, señoras y señores...! ¡TENDRÍA EN ESE CASO UN POLLÓN ASÍ DE GRANDE!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Atención, Mazaias, que la cosa no ha terminado! —Le señaló Salvador Nisce, tocándole un hombro para que se volviera hacia el monitor que debían tener a un lado del plató, donde podían seguir el programa en directo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡¿Qué, qué...?! —Hizo Mazaias, perdido por un momento, buscando la imagen.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y el equipo de edición soltó un juego de varios planos desde diferentes ángulos, de lo que Shaun Spencer estaba haciendo. Pues no se estaba conformando con dar por el culo a la jovencita, si no que estaba izándola desde la cintura para levantarla hacia él, aún empalada. Ella seguía gritando, pero ya no decía nada. Sólo gritaba con la voz muy grave, y casi parecía más sorprendida o confundida que otra cosa. Shaun tiró de ella hasta que su espalda quedó apoyada contra su propio pecho, haciendo que el mismo peso de la joven soldara su durísima erección al mordisco, intenso pero inofensivo, de su ano. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡WOOOOUUUU! —hacía Karen, mientras las cámaras enfocaban el centro de sus piernas abiertas, con la vagina abierta de par en par y el culo relleno de todo el sexo de Shaun—. ¡AYYYYAAAAA, WUUUOOOOOOOO...!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Si salimos de esta, no voy a olvidar esto en la vida, Karen! —Le gritó al oído Shaun, poniéndose medianamente romántico de puro placer, sintiendo que su pene estaba atrapado, caliente y presionado, estrangulado al punto de que notaba cada latido de su corazón en cada milímetro de toda esa longitud.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Lo que tenía que ser la mierda de la chica rebotaba ocasionalmente contra la boca de su glande, y eso literalmente le hacía rabiar de un goce puro y desatado, animal. Usó esa furia para pasar a sostener a Karen por debajo de las rodillas, dejándola totalmente sentada sobre sus testículos, y empezó a zarandear sus pantorrillas ante él mismo, mientras avanzaba como podía, golpeando a los muertos vivientes que se les acercaban con el martillo y el hacha sujetos aún a ellas.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Dios, sí, mátalos! —Consiguió decir Karen mientras las cámaras enfocaban su cara de dolor y rabia. Pero cerró un momento con fuerza los ojos cuando los pasos y saltos de Shaun la hicieron rebotar con todo aquel trozo de carne dentro de su sobredimensionado culo—. ¡AAAHHH, HIJOPUTAAA!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡ERES LA MEJOR PUTA ARMA DEL MUNDO, KAREN, JODER! —empezó a gritar él a su vez, ahogando sus gritos de agonía.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡DIOS! ¡AAAAYYY! ¡¿QUIERES CORRERTE DE UNA VEZ, PUTO ORANGUTÁN?! —Le exigía Karen, intentando sujetarse a él para evitar todos aquellos meneos que le estaba dando mientras usaba sus piernas como armas para seguir abriéndose paso. Pero no tenía nada que hacer, él no dejaba de mover sus brazos, y a poco más podía sujetarse.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Mientras tanto, en el programa volvieron a poner en plano a los presentadores, y mientras Salvador Nisce no hacía más que mantener las manos ante su entrepierna, Mazaias, dándose cuenta repentinamente de que les ponían de nuevo en el aire, empezó a gritar.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡¿Se lo repito, queridos telespectadores?! ¡Si me funcionara la puta polla, ahora mismo estaría MASTURBÁNDOME EN DIRECTO, AQUÍ, AHORA, CORRIÉNDOME CONTRA SUS PUTAS CARAS!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun estaba ya muy agotado para seguir zarandeando a Karen, sentía los brazos y las piernas agarrotados de la continua y larga lucha, y los muslos le temblaban de puro éxtasis. Estaba a punto de correrse, y no aguantaba más.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Joder, lo siento Karen! ¡Lo intenté!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Ahhh! ¡Ay! ¡¿De qué hablas, puto?! —Consiguió decir ella, cansada y a punto de un nuevo orgasmo, pues de algún modo la polla en el culo le estaba estimulando la estrecha cavidad vaginal—. ¡Ayyy, cuidado, qué haces!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun se arrodilló primero en el suelo, hiriéndose de nuevo las rodillas contra el asfalto, y dejó reposar en el suelo a Karen también, pero sin liberarla, pasando a cogerla de la cintura primero y de los hombros después, mientras reptaba hasta ponerse encima de ella, cuan largo era. Le sacaba casi dos cabezas de estatura, y no le costó dominarla completamente.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Lo que hago, Karen... es darte por culo hasta la muerte! —explicó Shaun, apretando su mejilla contra la de ella, encima de ella, casi quitándole la respiración con el peso de su musculoso cuerpo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Karen miró alrededor lo que poco que podía girar el cuello en esa posición, aplastada, con sus pechos estrujados sobre el cálido y rugoso asfaltado. Los muertos se acercaban desde todas partes.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡¿Sí?! ¡Pues hazlo de una puta vez, cabrón! —Le animó ella, sabiendo que era el final—. ¡Reviéntame de una puta vez!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y no dijo más, porque Shaun levantó sus caderas apoyándose sobre sus rodillas, abiertas alrededor de las piernas de Karen, separando la pelvis de sus nalgas, y dejando salir repentinamente su polla, hasta el final. Karen sintió un gran alivio, como al término de un pesado estreñimiento, pero al momento mismo volvió a metérsela entera, sin darle el menor respiro. Shaun se la hundió hasta estrellarle sonoramente los huevos contra el perineo, esta vez sí, sintiendo a las claras que le empujaba un bulto de heces. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Te voy a hacer un batido de mierda, cariño! —Le susurró él para darse ánimos.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Y empezó a machacarla, sin que haya otras palabras para describirlo, dejándose caer contra ella y al tiempo empujando con todo su deseo ya liberado por completo, mientras se centraba en el olor de su oscura piel sudorosa, y en sus inspiradores gritos que ya no sabía él distinguir si eran realmente de dolor o de placer.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Por su parte, Karen, sí que sentía tanto dolor como placer a partes iguales. Todo su cuerpo se zarandeaba con las embestidas que parecían atravesarla de parte a parte, haciendo estallar todos sus nervios, y que estaban generando un creciente calor y placer irresistibles en el interior de su vagina, que sentía invadida y rebosada. Iba a correrse de nuevo, pero la distrajo momentáneamente el sonido de disparos desde lo alto, desde los helicópteros, sin ninguna duda. Pudo ver cómo algunos muertos vivientes caían delante de ellos, a su alrededor, ejecutados con certeros disparos a sus puñeteras cabezas.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Ahhh, oh Dios! —Intentó hablar ella, con su mente medio ida—. ¡Joder, nos van a sacar de aquí! ¡Ah, Dios, puto cabrón! ¡Que me revientas!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Sí! —gimió Shaun—. ¡Nos van a sacar! ¡Y es por ti, cariño! ¡Tú nos has salvado! ¡Nos has salvado!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun empezó a mover sus caderas a toda velocidad, al punto de que ella ya pensaba que, o se le iba a salir la vagina de dentro a hacia fuera, o que se le iba a prender en llamas el culo. El hombre sobre ella la llenó con una densa explosión cálida que la excitó justo lo que necesitaba para acabar expulsando por sí misma nuevos fluidos de éxtasis. Las cámaras pudieron grabar cómo su estrecho sexo escupía con violencia sobre el asfalto, entre sus piernas, como si despreciara a las cámaras por estar grabando, y cómo su culo rezumaba con el semen que Shaun no dejaba de bombear, a pesar de haber terminado con su propio orgasmo. </span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Los tiradores de los helicópteros les cubrieron todo ese tiempo, manteniendo a raya a los zombis hasta que ellos dos terminaron lo que siempre se recordaría como “El polvo de los muertos vivientes”.</span></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">No mucho después, Shaun viajaba en uno de los helicópteros, sentado y cubierto con una manta sobre los hombros, junto a Karen, tumbada boca abajo en una camilla y tapada también de hombros a rodillas por un cobertor.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Me has destrozado el culo, cabrón —Le dijo ella con una media sonrisa, el mentón apoyado sobre sus muñecas—. No podré sentarme ni dormir boca arriba en un mes, no sé...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Vas a ser la estrella más recordada de Apocalipsis Zombi, te lo garantizo, hagan las ediciones que hagan...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Y tú? ¿Qué vas a hacer ahora? —Quiso saber, poniéndose seria de repente.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¿Ahora? —Él la miró, devolviéndole una amplia sonrisa—. Con el premio devolver el dinero que debo, y rezar para que valga con eso... Ahora que soy famoso temo que me tomen por la gallina de los huevos de oro... Ya debemos nuestras almas al programa, como quien dice, y no me siento capaz de rendir cuentas a dos amos...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡Qué mal rollo! ¡Eso suena a mal rollo!</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—Sí... mi vida entera es un rollo, largo, y malo... —repuso él, sonriendo—. Oye... perdona por darte por el culo.</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">—¡No pasa nada! —respondió Karen con alegría, y en un tono como de tipa dura, añadió—: La vida nos da a todos por el culo, ¿no? Antes o después...</span></span></div>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.38; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: left; text-indent: 14.45pt;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Shaun Spencer sonrió y se encogió de hombros por toda respuesta.</span></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><br /></span>
<div style="text-align: left;">
<span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<b style="font-weight: normal;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></b>
<div dir="ltr" style="line-height: 1.3800000000000001; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: center;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">FIN</span></span></div>
<span style="color: white; font-family: inherit;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
</span><br />
<div dir="ltr" style="line-height: 1.3800000000000001; margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: center;">
<span style="background-color: transparent; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: 400; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"><span style="color: white; font-family: inherit; font-size: large;">Enero, 2016</span></span></div>
</div>
Elmer Ruddenskjrikhttp://www.blogger.com/profile/10656501825797240756noreply@blogger.com0